Historia de los Santos Misioneros Mártires de Tai Yuen Fu

Durante la rebelión de los bóxeres en China, fallecieron muchos religiosos y cristianos, entre ellos tenemos a los catequistas y trabajadores de la misión en Tai Yuen Fu quienes también eran franciscanos.

Tomás Shen‑Jihe

Empleado de Mons. Grassi. Nació en 1851 en Lu‑ngan‑fu, de familia cristiana pobre y temerosa de Dios. Desde niño comenzó a acercarse a los sacramentos de la confesión y la comunión. Monseñor Fogolla lo admitió a la profesión en la Tercera Orden franciscana. A los 24 años entró al servicio del sacerdote chino Pablo Chiang, pero poco después debió retirarse a causa de una grave enfermedad. Recuperada su salud entró al servicio del obispo Mons. Gregorio Grassi, a quien sirvió por diez años como verdadero modelo de fidelidad y obediencia, reverencia y amor. Obispo y camarero se entendieron perfectamente bien, habían trabajado magníficamente. Al desatarse la persecución, el obispo y su fiel doméstico sufrieron juntos valerosamente el martirio por Cristo. Tomás tenía 49 años de edad.

Simón Qin Cunfu

Nació en Lochen en Changsi, de padres católicos muy fervorosos. Ingresó al Seminario y se preparaba diligentemente para el sacerdocio, pero la mala salud lo obligó a retirarse. Entró después al servicio de su párroco, el Padre Francisco Fogolla, a quien sirvió durante 30 años, siempre como “siervo bueno y fiel” mostrándose dócil y servicial. Fue ejemplo de piedad y humildad para la comunidad cristiana. Ingresó a la Tercera Orden Franciscana; en el amor a Dios y a los hermanos, en la pobreza y en la intimidad con Dios procuró vivir la espiritualidad evangélica y franciscana. Se dedicó gustoso a la catequesis de niños y adultos. Decidió permanecer célibe para dedicar su vida al servicio de los demás. Con su obispo y cuatro seminaristas viajó a Italia para participar en el Congreso Misional de Turín en 1899, haciendo el oficio de ecónomo de la comitiva. Inmoló serenamente su vida por Cristo y su fe.

Pedro Wu Anbang

Había entrado al seminario para hacerse sacerdote y se había hecho terciario franciscano. Cuando reconoció que no era esta su vocación, abandonó el seminario, pero quiso permanecer célibe para servir más libremente. El obispo Gregorio Grassi por su carácter franco y valeroso y una notoria pasión por el estudio, le asignó un maestro con la intención de que llegara a ser doctor en letras para facilitar las relaciones diplomáticas entre las autoridades civiles y la Iglesia. Pedro llegó a ser un aceptable versificador. Enviado por el obispo a llevar dinero a los misioneros de Tshiang‑kou, en el momento en que salía de la ciudad fue detenido y colgado en una viga, hasta la tarde. Al llegar el mandarín tártaro encargado de cerrar las puertas de la ciudad, lo hizo liberar con la condición de que no volviera a servir a los europeos. Pedro, una vez liberado, regresó al servicio de sus queridos misioneros. Detenido y encarcelado, sufrió gozoso el martirio con ellos.

Matías Feng‑De

Vigilante nocturno del orfanato. Era un ferviente neófito, bautizado por el sacerdote chino mártir José Tshiang y confirmado por el obispo Gregorio Grassi. Había ingresado a la Tercera Orden Franciscana, admiraba de San Francisco el espíritu de pobreza, de humildad y su intenso amor a Dios y a los hermanos en una vida totalmente evangélica. Matías vigilaba de noche la residencia episcopal, marcando al estilo chino las vigilias de la noche con el tam tam, instrumento metálico sonoro. El martirio lo sorprendió a los 45 años de edad.

Pedro Zhang Banniu

Trabajador ocasional. Apodado «Pan‑piú», «medio buey», por la gran fuerza física y por su disponibilidad para el trabajo constante, fatigoso y silencioso. «Pedro era un hombre recto, bueno, modelo de piedad cristiana». No era doméstico, ni trabajador a sueldo de la casa, sino que era llamado para trabajos extraordinarios, pesados, largos y aburridos. Con pasión casi religiosa prestaba toda su colaboración. Asiduo a las funciones religiosas, Misa, comunión y oración eran la fuerza de su vida, difundía el culto a la Santísima Virgen y cada día reunía a su familia y recitaba con devoción la corona franciscana. Se ofreció para sustituir a un sirviente arrestado que estaba angustiado por tener que dejar a su familia. Fue aceptado, y Pedro fue incorporado al grupo de mártires. Tenía 51 años. Pocos días después se apareció glorioso a su hijo, que todavía aterrorizado por la muerte de su padre, estaba haciendo el Vía Crucis. Lo exhortó a no temer, sino que permaneciera fiel y constante. Cinco días más tarde, también el hijo moría bajo la espada del tirano, confesando intrépido su fe. Así padre e hijo se encontraron nuevamente en el cielo.

Francisco Zhang Rong

Portero del orfanato. Tenía 60 años cuando sufrió valientemente el martirio. Modesto agricultor, estaba casado y tenía una numerosa familia. Era descendiente de viejos cristianos. Tenía cincuenta y dos años cuando pasó al servicio de la misión, como portero del orfanato. Las Hermanas lo llamaban “el abuelo”. Una buena palabra, una sonrisa, modales siempre delicados y gentiles eran el secreto de su actividad. Se prestaba para todos los trabajos que se le encomendaban. Siempre alegre, parecía haber encontrado el secreto de la verdadera y perfecta alegría. Había ingresado en la Tercera Orden Franciscana. Era devotísimo de la Santísima Virgen. En las horas libres del trabajo rezaba el rosario y otras oraciones. Siguió a las hermanas Misioneras, juzgándose afortunado de poder ir con ellas al martirio. De Francisco Tchang, un amigo dijo: “Era un hombre extraordinario, admirable por su candor y sencillez, ejemplo de virtud y de piedad. Era querido por todos”.

Pedro Wu Anbang

Cocinero del seminario. De niño había sido acólito y educado amorosamente en el orfanato de Kaolaokou. Toda su vida estuvo agradecido por lo que había recibido de la Misión. «Era un hombre muy bueno, siempre se había empeñado en cumplir los mandamientos de Dios«. Fue en un primer tiempo doméstico del sacerdote indígena Don Pedro Su, que pocos días después también entregaría su vida por la fe. Dos años antes de la persecución, fue recibido en Tai‑yuen‑fu en calidad de cocinero del seminario. Ejerció este humilde oficio con consagración y fidelidad. Se mantuvo al lado de los misioneros, pronto a dar la vida por Cristo. Tenía treinta años.

Santiago Zhao Quansin

Nació en Siyaochuen en el Shansi, de padres cristianos, que le dieron una óptima educación en la fe. Se trasladó con su familia a Tayuan en busca de un trabajo más productivo, se casó y tuvo dos hijos. «Fue hombre de gran bondad y de rectitud de ánimo. Llevó una vida pobre, laboriosa y llena de penurias. Fue ejemplo de virtudes familiares«. Era sirviente ocasional de la Misión Franciscana. Compadecido de los misioneros y de las hermanas que estaban en la cárcel, se esforzó por brindarles pequeños servicios que ellos le pedían. De día les servía en sus necesidades y en la tarde se iba a su casa.

La tarde del 8 de julio, al volver a casa, dijo a su mujer y a su anciana madre que a la tarde siguiente no volvería, pues había oído decir que los misioneros, las hermanas, los seminaristas, los domésticos y los catequistas serían ejecutados y que él quería morir con ellos. La mujer y la madre, preocupadas por el porvenir suyo y de los hijos, lloraban amargamente: «¿Si te matan, quién se preocupará por tu familia, quién ayudará a tu mujer, a tus hijos y a tu afligida madre?«. Jaime, señalando al cielo, les dijo: «Las encomiendo a Dios. La Providencia proveerá. ¿Y acaso no hay un Dios que es Padre de todos, especialmente de los huérfanos y de los pobres? Desde el cielo estaré más cercano que cuanto lo he estado sobre la tierra. Les ayudaré y les daré ánimo».

Pasó la noche en oración y por la mañana se dirigió a la cárcel, donde fue arrestado y colocado junto con los demás. Mientras era llevado al tribunal de Yu‑sien, algunos amigos protestaron por su arresto diciendo que Jaime no era cristiano, pero él los desmintió, reafirmando sin miedo su fe: “Soy cristiano, seguidor de Cristo, sirviente de los misioneros franciscanos, y estoy muy contento de dar la vida por mi fe!”.

Santiago Yan Guodong

Hombre de extraordinaria simplicidad, agricultor, encargado de cultivar las hortalizas para los misioneros, las hermanas, el seminario y el orfanato. Desempeñaba su trabajo con prontitud y diligencia, y sobre todo con gran alegría; a menudo acompañaba sus labores con el canto. El último año fue ayudante de cocina. La comida del 9 de julio fue la última que sirvió, pues esa tarde fue martirizado. Tenía 45 años.

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