Historia de los Santos Mártires de Hu-nan Meridional

Antonio Fantosati obispo y los sacerdotes José María Gambaro y Cesidio Giacomantonio de Fossa son otros 3 mártires que fueron victimas de los chinos durante la rebelión de los boxers en el año 1900. En total fueron 30 cristianos franciscanos los que perecieron esos días. En total fueron 120 mártires cristianos entre 1648 y 1930 los que fueron canonizados en el año 2000.

San Antonio Fantosati

Antonio Fantosati nació en Santa Maria in Valle en Trevi, provincia de Perusa, Italia el 16 de octubre del año 1842. De constitución débil, parecía que sería un gallardo y pacífico campesino, pero fue admitido en la Orden de los Hermanos Menores, ordenado sacerdote a los 23 años de edad y partió para la capital del Hupe en China, sede del Vicariato y residencia principal de la misión, a donde llegó el 15 de diciembre de 1867. De sus 33 años de apostolado en China los primeros siete años fueron los más serenos entre aquellas heroicas cristiandades y pudo dedicarse al estudio de la lengua hasta hablarla naturalmente como un chino, y ser llamado “el maestro europeo”.

Pasó luego a Lao‑ho‑kow, centro fluvial de primera importancia, donde por 18 años ejerció el ministerio con tacto, prudencia y singular penetración de la mentalidad china. Fue Administrador Apostólico del Alto Hu‑pe cuando la carestía y la peste desolaron a China. En 1878 fundó un orfanato para los niños abandonados y organizó la distribución de numerosas ayudas provenientes de Europa. Luego fue vicario general del obispo Banci y colaboró en la construcción del gran templo de tres naves de estilo románico del Sagrado Corazón. En 1888 regresó por un tiempo a su país natal. Al volver a China, fue nombrado Obispo titular de Adana y Vicario Apostólico del Hu‑nan meridional.

Sus últimos años estuvieron plagados de persecuciones, pero las adversidades no apagaron su celo. En la feroz persecución de los bóxers perecieron en solo Shansi y en Hunan más de 20.000 cristianos. Precedido en el Hunan por el Padre Cesidio Giacomantonio, muerto el 4 de julio, San Antonino acudió junto con el Padre José María Gambaro al lugar del peligro, a donde llegaron el 7 del mismo mes. Reconocidos, fueron asediados por los revoltosos con una granizada de piedras y objetos pesados, que les causaron su cruel muerte.

El martirio del obispo se prolongó por más de dos horas entre atroces tormentos, hasta que un pagano, viéndolo todavía vivo, lo atravesó con un largo palo de bambú con una aguda punta de hierro, traspasándolo de un lado a otro. Los dos cadáveres, arrojados primero al río, fueron luego recogidos para ser quemados y sus cenizas dispersadas en el agua o arrojadas al viento a fin de que no se honrara su sepultura. Algunos testigos vieron en el lugar del suplicio dos ángeles elevarse al cielo mientras numerosos paganos que habían asistido a la escena exclamaban: “Estos misioneros eran en verdad hombres justos”. El santo obispo tenía 58 años.

San Cesidio Giacomantonio de Fossa

Angel nació en Fossa, Abruzzo, provincia de Aquila, el 30 de agosto del año 1873. Ya desde que era joven se iba con frecuencia al solitario convento de Ocre, donde reposan los restos del Beato Bernardino de Fossa y del Beato Timoteo de Monticchio. Orando ante aquellas urnas sintió germinar en su corazón la vocación religiosa y la idea de la vida franciscana.

El 21 de noviembre de 1891 fue recibido en la Orden de los Hermanos Menores, vistiendo el hábito franciscano con el nombre de Cesidio, en memoria de un joven mártir. Después de la profesión religiosa, en varios conventos completó sus estudios y fue ordenado sacerdote. Por algún tiempo ejerció el ministerio de la predicación. Luego fue enviado a Roma como candidato a las misiones. Después de que completó su formación misionera, junto con dos cohermanos partió a China, en donde le esperaba su santo martirio. Al llegar fue acogido con inmensa alegría por el Vicario Apostólico, el obispo Antonino Fantosati. A pesar del ambiente de persecución, en él persistía siempre el gran deseo de predicar, de convertir y de bautizar en el nombre del Señor el mayor número posible. Para esto aprendió bien la lengua china y su apostolado se vio colmado de satisfacciones.

En una carta a sus padres poco antes del martirio, describe su alegría de encontrarse en la China y pide oraciones por la conversión de muchos infieles. Luego añade: “Procuremos hacernos santos, si alcanzamos esta gracia podremos cantar en el cielo el eterno aleluya”. El 4 de julio del año 1900, la misión donde él se encontraba fue invadida por los bóxeres. El Padre Cesidio corrió a la capilla a consumir el Santísimo Sacramento y luego se enfrentó a la rabia de sus perseguidores. Fue asesinado a golpes de lanza y bastonazos. Tenía solamente 27 años y fue así el primer mártir en la persecución de los boxers del año 1900.

San José María Gambaro

Bernardo Gambaro nació en Galliate, provincia de Novara, el 7 de agosto del año 1869. Cuando tenía trece años entró en el colegio seráfico y el 20 de septiembre de 1886 recibió el hábito religioso de los Hermanos Menores bajo el nombre de José María.

Activo y circunspecto, entusiasta y prudente, fue estimado y apreciado por los superiores, que lo escogieron desde clérigo teólogo como asistente de los hermanos jóvenes de Ornavasso. Fue una de las mejores elecciones, pues su natural perspicacia, unida a una ejemplaridad y afabilidad que conquistaba, produjo fructuosos resultados en aquellos jóvenes que se preparaban al sacerdocio y a la vida religiosa franciscana. El 13 de marzo del año 1892 fue ordenado sacerdote y también fue nombrado rector del colegio de Ornavasso. Pero un año después, según su deseo, se le permitió ir como misionero: abandonó a Italia en 1896 y al llegar a China fue destinado a Hu‑nan meridional.

Esta nueva experiencia se le manifestó de inmediato en su áspera dificultad: los usos y costumbres tan diversas no fueron tan difíciles de asimilar como la lengua. El Vicario apostólico Fantosati, considerando las óptimas cualidades de Gambaro, lo destinó al seminario de Schen‑fan‑tan; los tres jóvenes seminaristas estaban entusiasmados con él, lo admiraban y lo seguían: por tres años fue rector y profesor. Luego, al faltar el misionero en la importante cristiandad de Yent‑chou, José María fue encargado de sustituirlo. Supo hacer frente a la vida misionera activa, y sus inevitables pruebas, con serena fortaleza y con absoluto abandono en las manos del Señor.

En Pentecostés de 1900 fue llamado a Lei‑yang por Monseñor Fantosati; terminado el trabajo, después de pocos días, ambos se dirigieron a San‑mu‑tchao para reconstruir la capilla destruida por los paganos: en esta localidad se abatió sobre ellos la persecución. Estalló de improviso el 4 de julio de 1900 en la ciudad de Heng‑tche‑fu, residencia del Vicario Apostólico. Apenas llegaron las primeras tristes noticias, ambos se apresuraron a regresar a la sede; en vano los cristianos insistieron para que buscaran un refugio seguro; ambos declararon abiertamente que, a cualquier costo, su puesto era junto a las ovejas en peligro.

Se embarcaron hacia Heng‑tche‑fu: el viaje duró tres días, pero su presencia ya había sido advertida y fueron esperados por una turba fanática y enfurecida. Al bajar a la orilla fueron inmediatamente rodeados y asesinados a golpes de bastón y de lanzas. Alguien de la turba mencionó que el Padre José María, ya agonizante, tuvo la fuerza de pronunciar sus últimas palabras sobre la tierra: “Jesús, ten piedad y sálvanos”. Esto ocurrió el 7 de julio del año 1900. José María tenía 31 años de edad, catorce de religioso, ocho de sacerdocio y cuatro de vida misionera.

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