Biografía de Santa Isabel de Portugal – 4 de julio

Ejemplo que, desde cualquier lado puede aparecer una personas que sea muy santa. Isabel fue una excelente mujer, madre, abuela y reina, estuvo del lado del pueblo y ayudo cuanto pudo toda su vida.

Historia de Santa Isabel de Portugal

Nació en 1270. Era hija del rey Pedro III de Aragón, nieta del rey Jaime el Conquistador y biznieta del emperador Federico II de Alemania. Su nombre fue elegido en honor a Santa Isabel de Hungría.

Niñez y juventud de Santa Isabel

Santa Isabel tuvo la fortuna de que su familia se esmeró en darle una gran formación en su niñez. Desde muy niña tenía una gran inclinación hacia la piedad, y un gusto especial por imitar lo mejor que leía de las biografías de los santos o que observaba en las vidas de las personas buenas. En su casa le enseñaron que si quería en verdad agradar a Dios debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos y esforzarse por evitar todo aquello que la pudiera inclinar hacia el pecado.

Le repetían la frase antigua: «tanta mayor libertad de espíritu tendrás, cuantos menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas«. Sus maestros le enseñaron que una mortificación muy formativa es acostumbrarse a no comer nada entre comidas, a soportar con paciencia que no se cumplan los propios deseos y esmerarse cada día por no arruinarle ni complicarle la vida a los demás. Dicen sus biógrafos que la increíble santidad de Isabel, se debe principalmente a la educación que recibió.

Isabel se vuelve Reina de Portugal

A los 15 años ya sus padres la habían casado con el rey de Portugal, Dionisio. Era un hombre que admiraba las cualidades de su buena esposa, pero él era todo lo contrario, tenía un genio violento e infiel, llevaba una vida bastante alejada de la santidad, por lo que la reina sufrió mucho, pero soportaba todo con la más exquisita bondad y heroica paciencia.

A pesar de todo esto del Rey, permitía a Isabel dedicarse a la piedad y a obras de caridad. Ella se levantaba de madrugada y leía cada día seis salmos de la Santa Biblia. Luego asistía devotamente a la Santa Misa, luego se dedicaba a dirigir las labores del numeroso personal del palacio. En horas libres se reunía con otras damas a coser, bordar y fabricar vestidos para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos y a socorrer cuanto necesitado encontraba.

Santa reina de Portugal

Hizo construir albergues para indigentes, forasteros y peregrinos. En la capital fundó un hospital para pobres, un colegio gratuito para niñas, una casa para mujeres arrepentidas y un hospicio para niños abandonados. Conseguía ayudas para construir puentes en sitios peligrosos y repartía con gran generosidad toda clase de ayudas.

Visitaba enfermos, conseguía médicos para los que no tenían con qué pagarles; mandó a construir conventos para religiosos, a las muchachas más pobres les costeaba lo necesario para que pudieran entrar al convento, si así lo deseaban. Las joyas, adornos y vestido de bodas que tenía los prestaba a las muchachas más pobres, para que pudieran lucir bien hermosas el día de su matrimonio.

Su marido el rey Dionisio era un buen gobernante, pero tenía muchos vicios y era escandaloso. Ella rezaba por él, ofrecía sacrificios por su conversión y se esforzaba por convencerlo con palabras bondadosas para que cambiara su conducta. Tan puro era el corazón de Isabel, que hasta educaba a los hijos que tenía su esposo con otras mujeres.

Conflictos entre Dionisio y Alfonso IV

Tuvieron 2 hijos, el primero fue Alfonso, quien posteriormente se convertiría en el rey de Portugal y la segunda era Constancia quien luego sería reina de Castilla. Pero Alfonso dio muestras desde muy joven de poseer un carácter violento y rebelde. Y en parte, esta rebeldía se debía a las preferencias que su padre demostraba por los hijos fuera de su matrimonio.

En dos ocasiones Alfonso promovió la guerra civil en su país y se declaró contra su propio padre. Isabel trabajó hasta lo increíble, con su bondad, su amabilidad y su extraordinaria capacidad de sacrificio y su poder de convicción, hasta que obtuvo que el hijo y el papá hicieran las paces. A pesar de todo esto, los partidos políticos se empeñaban en hacer que el padre y el hijo se volvieran a pelar.

Reina Isabel, mediadora de paz

Algunas veces cuando los ejércitos de su esposo y de su hijo se preparaban para combatirse, ella vestida de sencilla campesina atravesaba los campos y se iba hacia donde estaban los guerreros y de rodillas ante el esposo o el hijo les hacía jurarse perdón y obtenía la paz. Son impresionantes las cartas que se conservan de esta reina pacificadora. En una de ellas le dice a su esposo: «Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes que ellos disparen contra los seguidores de su padre«.

Al hijo le dice en otra carta: «Por Santa María la Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor, recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo y como súbdito con el rey«. Y así conseguía la paz de nuevo tanto en su familia como en el reino.

Fallecimiento de Santa Isabel

Su esposo murió muy arrepentido, y entonces Isabel dedicó el resto de su vida a socorrer pobres, auxiliar enfermos, ayudar a religiosos y rezar y meditar.

Pero un día supo que entre su hijo Alfonso de Portugal y su nieto, el rey de Castilla, había estallado la guerra. Ya muy anciana, emprendió un gran viaje para lograr la paz entre los dos contendores. Este viaje fue lo que le causaría su muerte más adelante. Al sentir que le llegaba la muerte, pidió que la llevaran a un convento de hermanas Clarisas, y allí, invocando a la Virgen María murió santamente el 4 de julio del año 1336. Su canonización fue llevada a cabo en el año 1626.

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