Biografía de San Dimas – 25 de marzo
Este es aquel hombre que falleció crucificado con Jesús y que pidio estar a su lado en el paraíso.
Historia de San Dimas
El único santo de la historia que fue canonizado en vida y por el mismísimo Jesucristo. Lo que conocemos del santo conocido como “el buen ladrón” lo sabemos por lo que es mencionado en la Santa Biblia.
San Dimas en la Santa Bíblia
«Y con Él crucificaron dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda de Él. Y fue cumplida la Escritura que dice: Y fue contado entre los inicuos.
«Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros.
«Más el otro, respondiendo, le reconvenía diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; más Éste nada ha hecho; y decía a Jesús Acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu realeza.
«Díjole: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Marcos 17, 27 y Lucas 23, 39-43).
San Dimas en Libros Apócrifos
Hay otros datos históricos acerca del Santo de los que no se tiene mucha certeza, pero que son mencionados en libros apócrifos. La iglesia no ha dado su aprobación oficial de dicha información, pero tampoco se ha desacreditado. Lo que los libros apócrifos cuentan es lo siguiente.
La Sagrada Familia, se vio obligada a huir a Egipto, debido al peligro que corría la vida de Jesús, por la persecución de los niños menores de dos años que Herodes el Grande había decretado.
En cierta ocasión en que los soldados del rey estaban sobre la pista de la Familia Santa, y cuando ya les andaban muy cerca, José y María encontraron una casa en la que fácilmente se podrían esconder, si les dejaban entrar.
Esta casa era la que habitaba Dimas con los suyos. José les pide que los escondan, pues los soldados del rey con sus caballos, mucho más veloces que el sencillo borrico que montan, ya casi les dan alcance. Pero los habitantes de aquella casa se niegan a ello.
En este momento sale el joven Dimas, que seguramente por su carácter y decisión gozaba entre sus camaradas de gran autoridad, y dispone que se queden y les esconde en un lugar tan oculto que la policía romana no consigue descubrirlos, ni puede detenerlos. Jesús promete a Dimas, agradecido, que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que volverán a verse en otra ocasión y aún en peores condiciones, y entonces será Él, Cristo, quien ayudará a su benigno protector.
Un Santo Canonizado en Vida
De este modo terminan la narración los escritos apócrifos. Explicación suficiente, sin embargo, para observar en ella una diferencia total entre las leyendas atribuidas a Jesús, y la sobriedad evangélica, aun en los momentos más sublimes en que para confirmar su doctrina, Jesucristo obra algunos de sus milagros. Por esta razón nos ceñiremos a continuación al relato evangélico, Palabra Viva, que nos conduce a importantes enseñanzas.
¿A qué fue debida la conversión de Dimas, un ladrón, un malhechor, que seguramente en toda su vida no había visto a Jesús, aunque hubiera oído hablar de Él, como de alguien grande, misteriosamente poderoso y enigmático para muchos?
Porque en la cruz, Dimas se nos presenta ya convertido, como creyente en la divinidad de Cristo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?».
Un autor moderno atribuye la conversión de Dimas a la mirada de Jesucristo, la mirada clara de Cristo; en su cara abofeteada, escupida y demacrada, la mirada que había obrado tantos prodigios y que convertía al que se adentraba en ella con corazón limpio, en seguidor y discípulo…
Y el corazón de Dimas debía ser limpio, a pesar de todos sus delitos. Inclinado al robo quizá por circunstancias externas, circunstancias tal vez de tipo social, había sabido conservar, empero, cierto cariño a los que le rodeaban, y un respeto sincero a sus padres y a las vidas de los demás.
Y Dios, por la Sangre de su Hijo que estaba a punto de derramarse, le premiaba lo bueno que había hecho y le perdonaba lo malo. Y en su Amor insondable le había concedido las gracias suficientes y necesarias para aquel acto profundo de fe.
Y de labios del mismo Cristo oye Dimas las palabras santificadoras: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso«.
Este es un Santo muy original y único: hasta poco antes de morir, un ladrón, un malhechor, de familia seguramente innoble, sin ningún milagro en su haber, que puede ser, para nosotros, un magnífico tema de profunda meditación.
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