Biografía de San Carlos de Sezze – 6 de enero

Santo franciscano que fue admirado por su sabiduria e inteligencia, podía componer poemas sin haber realizado estudios a parte de los religiosos. Fue consejero de grandes personalidades, entre las que se encuentran algunos Papas.

Historia de San Carlos de Sezze Romano

Su nombre era Juan Carlos Melchiori. nació en Sezze, Italia el 19 de octubre del año 1613. Durante si niñez y juventud vivió en Lacio. Cuando tenía 22 años se convirtió en hermano menor en Nazzano y emitió los votos solemnes el 19 de mayo de 1636. Vivió en varios conventos del Lacio y prefirió permanecer como hermano converso desarrollando su actividad como limosnero, hortelano, cocinero y sacristán. Su deseo más grande era ir a la India como misionero, pero no lo logró. Permaneció en Roma, último entre los hermanos de San Francisco a Ripa, pero primero en la obediencia, en la castidad y en la pobreza. Un verdadero franciscano, con el alma inundada de mística alegría.

El Escritor sin Letras

Para comunicar también a los demás esta seráfica alegría, se improvisó poeta, escribiendo versos sencillos y emocionados, en una vena popular, con sabroso acento del Lacio. Por sus poesías San Carlos de Sezze puede considerarse heredero de Jacopone de Todi, su poesía era fruto de su plenitud de amor divino. Este “escritor sin letras”, como él mismo se llamaba, escribió muchas obras, no todas publicadas. Entre las publicadas están: “Las Tres vías”, “El Sagrado Septenario”, “Los Discursos sobre la Vida de Jesús”, su “Autobiografía”, escrita con seráfico candor por orden de su confesor.

En octubre del año 1648, cuando oraba en la iglesia de San José a Capo le Case, su corazón fue traspasado por un dardo de luz, que partió de la Hostia consagrada y esta llaga la mantuvo durante toda su vida. La llama de amor de Dios y de los hermanos lo llevó a una alta sabiduría.

Consejero de Grandes Personalidades

El objetivo de su vida fue ofrecerse a Dios en holocausto: puro y perfecto, en la humildad, en la penitencia, en la devoción ardiente a la Pasión de Cristo, a la Eucaristía, a la Virgen Inmaculada. Dios le reservó grandísimos dones: visiones y revelaciones, conocimiento de las verdades teológicas y ascéticas, herida de amor en el corazón. El secreto de su santidad estuvo en la oración y en la penitencia, en el esfuerzo continuo por vivir con Jesús su pasión y muerte redentora. Fue un gran consejero de Obispos y Cardenales, e inclusive de los papas Alejandro VII y Clemente IX

Por muchos años en su calidad de limosnero de puerta en puerta en Roma, buscador de almas, llevó este gozoso mensaje evangélico para volver a todos hacia Dios. Murió el 6 de enero del año 1670.

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