Oraciones a Nuestra Señora de Suyapa

La localidad de Suyapa, al este de Tegucigalpa, Honduras, tiene un origen ligado a la actividad agrícola y ganadera. La historia comienza con el labrador Alejandro Colindres y el niño Lorenzo Martínez, quienes, después de trabajar en la milpa, pasaron la noche en la montaña del Pilingüín. Allí, Alejandro descubrió una imagen de la Virgen de la Concepción, que llevó consigo. La familia Colindres la veneró durante más de veinte años, convirtiéndola en el centro de un culto familiar.

 La devoción se extendió a la aldea, donde los habitantes llevaban la imagen a enfermos. Don José Zelaya, dueño de «el Trapiche», enfermó y recibió la visita de la Virgen, prometiendo construirle una ermita. Tras su curación en 1768, se autorizó la ermita en 1777. Con el tiempo, se realizaron remodelaciones y, en 1954, se colocó la primera piedra del nuevo Santuario de Nuestra Señora de Suyapa.

Su fiesta el 3 de febrero la consagró como Patrona Nacional de Honduras. A lo largo de dos siglos, innumerables peregrinos han visitado el Santuario, y el Papa Juan Pablo II lo visitó en 1983, destacando la historia de Suyapa como un testimonio arraigado de fe y devoción en la tradición hondureña.

Oración a Nuestra Señora de Suyapa

Virgencita de Suyapa, Madre de mi corazón, únete siempre a mi espalda como al niño que te halló, guíame por el camino, abrígame con tu amor, condúceme al paraíso donde no se oculta el Sol.

Cuando me venza el cansancio, o me atenace la angustia, cuando la muerte, a su paso, haga despertar mis dudas, Virgencita de Suyapa ven a mi espalda en ayuda, sostenme con tu mirada, y mis lágrimas enjuga.

Reina de los hondureños, con tus pequeñas manitas rezas por el bien del pueblo que en tu protección confía. Virgencita de Suyapa, morena de raza indígena, ¡cúbreme de paz el alma hasta el final de mis días!

Amén.

Oración a la Virgen de Suyapa

Morenita de Suyapa, Reina de Honduras: me postro delante de tí, y te venero. Con esta dulce advocación te invoco: Virgen de Suyapa. Tan chiquita, pero tan milagrosa. Eres la esencia femenina de Dios en frasco pequeño. Tan pequeña que cabes en la palma de mi mano, por que Dios escogió a lo pequeño para avergonzar a lo grande, y a lo humilde para avergonzar a lo soberbio.

Diminuta figura de madera, sin mucho arte tallada, pero de gloria coronada; que fuiste encontrada por un humilde labrador, que dormía bajo las estrellas. En su lecho de tierra apareciste, y sin saber quién eras te lanzó lejos. Pero tu corazón inmaculado cubre de amor a tus hijos que por ignorancia te rechazan, y el humilde labriego comprendió que tú eras una visitación de Dios, y postrado ante tí te veneró.

Sin mayores milagros, sin mucha pompa, sin la gloria de otras apariciones marianas, pero con auténtica piedad sincera, viniste a morar en una pequeña imagen, en la pequeña aldea de Suyapa, en el pequeño país de Honduras, ante gente pequeña ante el mundo, y en lo pequeño te hiciste grande.

Siendo Reina del Cielo decidiste vivir con nosotros, y te hiciste catracha y trigueña, formando parte de la cultura hondureña.

Madre de Dios, que del yugo de la esclavitud nos salvaste. Has escogido a nuestro país como barrera de contención contra la oscuridad política que quiere esclavizar al mundo, y estas Honduras se convirtieron en profundidades de gloria.

Capitana de las Fuerzas Armadas, que defendieron con honor la patria, siendo dignos hijos tuyos, Dulce Madre de Suyapa. Guíanos por el camino de la reconciliación, sana esta tierra. Bendice a los pobres que de corazón sincero te buscan, pero castiga a los soberbios que quieren destruir la patria. A los que del nombre de Dios blasfeman, pero que fingen piedad siendo hijos de iniquidad, y a tu Iglesia calumnian. Saca a la luz sus mentiras, hazlos morder el polvo. Aplasta sus cabezas, hasta que se arrepientan o mueran, cubriendo de ignominia sus nombres.

Condúcenos a Jesús, el santo fruto de tu vientre, y líbranos de las herejías protestantes, de las sectas idiotizantes que estafan con el diezmo; haz volver a las almas descarriadas a la Santa Madre Iglesia.

Danos el trabajo honrado que dignifica, que nunca falte el pan en la mesa. Líbranos del mal que acecha en las calles, ablanda los corazones perversos; y sana nuestras enfermedades y nuestras ansiedades. Cúbrenos con tu manto de amor.

Te lo pedímos en el nombre del Padre que te escogió, del Hijo que de tí nació, y del Espíritu Santo que te cubrió.

Amén.

Más Sobre Nuestra Señora de Suyapa

Encuentra más información sobre Nuestra Señora de Suyapa en nuestra página.

Historia de Nuestra Señora de Suyapa – 3 de febrero

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *