Solemnidad de Todos los Santos – 1 de noviembre
Esta es una fecha especial, pues no se celebra a unos pocos santos o beatos, si no a todos aquellos que han alcanzado la santidad, ya sea los que tenemos conocimiento como los que no.
Historia de la Solemnidad de Todos los Santos
Esta festividad se remonta a los primeros siglos de la iglesia.
En el siglo IV San Juan Crisóstomo tiene una homilía en su honor. San Gregorio Nisseno había celebrado solemnidades junto a las tumbas de los Santos. En el año 411 el calendario siríaco nos habla de una conmemoración de los confesores. En el año 539 en Odesa, el 13 de mayo se habla de una memoria de mártires de toda la tierra. La fiesta fue acogida en Roma cuando el papa Bonifacio IV transformó el Panteón, dedicado a todos los Dioses del antiguo Olimpo, en una iglesia dedicada a la Virgen María y a “Todos los Santos”. Esto sucedió el 13 de mayo del 609. Alcuino, maestro de Carlomagno, fue uno de los propagadores de la fiesta, era un inglés de York; los celtas consideraban el primero de noviembre un día de solemnidad porque marcaba el comienzo de la estación invernal. Se piensa por esto que el traslado de la fiesta del 13 de mayo al primero de noviembre, fue determinado por influencias anglosajonas y francesas, en 1475, bajo el pontificado de Sixto IV.
Santos son aquellos que han alcanzado la recompensa del cielo: pobres en espíritu, mansos, atribulados, justos, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos a causa de Jesús. Todos santos, innumerables santos, como dice claramente el libro del Apocalipsis.
Santos Conocidos y Desconocidos
Por lo tanto, la santidad no es rara, de santos está lleno el cielo. Los santos no son solamente los que recordamos en el calendario, que ciertamente ya son muchos, pero representan una pequeñísima cantidad frente al número de los que, como dice san Juan, “nadie puede contar” sino Dios. En el calendario, la Iglesia ha señalado los nombres de algunos de los que se han salvado por los méritos de Jesús. Hoy es, pues, la gran fiesta de la Iglesia triunfante, que se goza con la innumerable asamblea de los salvados alrededor del trono de Dios, mientras, como dice San Juan, “todos los ángeles gritan: ‘La bendición y la gloria, la sabiduría y la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza de nuestro Dios, por los siglos de los siglos”.
Alegrémonos pues en el Señor en esta solemnidad de todos los santos. Con nosotros se alegran los ángeles y alaban en coro al Hijo de Dios. Hoy el Señor nos da el gusto de contemplar la ciudad del cielo, la santa Jerusalén, que es nuestra madre, donde la asamblea festiva de los santos nuestros hermanos glorifican eternamente su nombre. Hacia la patria común, nosotros, peregrinos sobre la tierra, apuramos nuestro camino en la esperanza, gozosos por la suerte gloriosa de estos miembros elegidos de la Iglesia que nos ha dado como amigos y modelos de vida. Dios, única fuente de toda santidad, admirable en todos los santos, nos conceda llegar también nosotros a la plenitud de su amor y pasar de esta tierra de exilio y de este valle de lágrimas al triunfo festivo de la vida inmortal.
Una Gran Fiesta para Celebrar
Hoy es una fiesta cara al corazón de todo creyente, porque recordamos las personas que han concluido santamente el curso de la vida terrena. Ellas nos aman más perfectamente que antes y ante el trono de Dios oran y siguen preocupándose por nosotros. Esperemos con ansia el momento feliz en que podremos volver a abrazarnos con ellos para compartir con ellos la alegría y la gloria de la visión de Dios en el Paraíso.