Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Festividad que se ubica un día despúes de la solemnidad de todos los Santos.
Historia de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
Fiesta donde recordamos a todos aquellos fieles que ya fallecieron.
La conmemoración de los Fieles Difuntos el 2 de noviembre tuvo su origen en el monasterio benedictino de Cluny, en Francia. El Papa Benedicto XV en el tiempo de la primera guerra mundial concedió a cada sacerdote la facultad de celebrar tres misas y a los fieles el ganar la indulgencia plenaria para sufragio por los difuntos.
En los ritos fúnebres por sus hijos la Iglesia celebra con fe el misterio eucarístico, con la confiada esperanza de que los que por el bautismo han sido hechos miembros de Cristo muerto y resucitado, a través de la muerte pasen con él a la vida. Pero es necesario que su alma sea purificada antes de ser acogida en el cielo con los santos y elegidos, mientras el cuerpo espera la feliz esperanza de la venida de Cristo y la resurrección de los muertos.
La muerte sigue siendo para el hombre un misterio profundo. La muerte del cristiano se integra con la muerte de Cristo. El prefacio de la misa de los muertos tiene un acento de humana dulzura y de divina certeza: “En Cristo brilla para nosotros la esperanza de la resurrección, y si la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos no termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una morada eterna en el cielo”. La vida terrena es preparación para la celestial, es un período de formación, de luchas y de primeras opciones. En su muerte el hombre se encontrará frente a Cristo y será la opción definitiva. Cristo espera con los brazos eternamente abiertos al hombre que se decide por él, en su amor encontrará el gozo pleno e infinito.
Podemos hacer alguna cosa por nuestros muertos: no están lejos de nosotros. Los muertos en el abrazo de Dios pertenecen a la comunidad de los hombres de la Iglesia. La oración por los difuntos es una tradición en la Iglesia. La celebración de la Santa Misa, el lucrar las indulgencias, la recitación del rosario, la práctica del Via Crucis, la limosna, toda obra buena, son otros tantos sufragios eficaces por las almas que están todavía en el purgatorio Los muertos ya no pueden hacer nada para sí mismos, pero por nosotros pueden hacer mucho. Santa Teresa de Avila asegura que obtuvo muchas gracias por la intercesión de las almas del purgatorio. Más que monumentos en los cementerios, los muertos esperan de nosotros oraciones.