Biografía de Santo Tomás Apóstol – 3 de julio

En este día se recuerda la memoria de otro de los Apóstoles elegido por Jesús para prepararlo y llevar la palabra por todos lados. Lo que sabemos de Santo Tomás es lo que nos narran en la Santa Biblia. Cabe mencionar que también se le conoce como Dídimo, ya que Tomás es su nombre en hebreo y Dídimo en griego, su nombre significa en ambos idiomas “el gemelo”.

Historia de Santo Tomás Apóstol

Cuando Jesús se dirige por última vez a Jerusalén, donde según lo anunciado, será atormentado y lo matarán es cuando aparece el nombre de Tomás por primera vez. En este momento los discípulos sienten un impresionante temor acerca de los graves sucesos que pueden suceder y dicen a Jesús: «Los judíos quieren matarte y ¿vuelves allá? Y es entonces cuando interviene Tomás.

Primera Mención de Santo Tomás Apóstol

Cuenta en el Evangelio de San Juan: «Tomás, llamado Dídimo, dijo a los demás: Vayamos también nosotros y muramos con Él«. Aquí el apóstol demuestra que tiene gran valor. Un escritor llegó a decir que en esto Tomás no demostró solamente «una fe esperanzada, sino una desesperación leal«. O sea: él estaba seguro de una cosa: sucediera lo que sucediera, por grave y terrible que fuera, no quería abandonar a Jesús.

El valor no significa no tener temor. Si no experimentáramos miedo y temor, resultaría muy fácil hacer cualquier heroísmo. El verdadero valor se demuestra cuando se está seguro de que puede suceder lo peor, sentirse lleno de temores y terrores y sin embargo arriesgarse a hacer lo que se tiene que hacer. Y eso fue lo que hizo Tomás aquel día. Nadie tiene porque sentirse avergonzado de tener miedo y pavor, pero lo que sí nos debe avergonzar totalmente es el que a causa del temor dejemos de hacer lo que la conciencia nos dice que sí debemos hacer, Santo Tomás nos sirva de ejemplo.

Santo Tomás y los Apóstoles en la Santa Cena

La segunda ocasión donde se menciona a Santo Tomás es en la en la Última Cena. Jesús les dijo a los apóstoles: «A donde Yo voy, ya sabéis el camino«. Y Tomás le respondió: «Señor: no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Los apóstoles no lograban entender el camino por el cual debía transitar Jesús, porque ese camino era el de la Cruz. En ese momento ellos eran incapaces de comprender esto tan doloroso. Y entre los apóstoles había uno que jamás podía decir que entendía algo que no lograba comprender. Ese hombre era Tomás. Era demasiado sincero, y tomaba las cosas muy en serio, para decir externamente aquello que su interior no aceptaba. Tenía que estar seguro. De manera que le expresó a Jesús sus dudas y su incapacidad para entender aquello que Él les estaba diciendo.

Lo que Jesús le respondió es uno de los mejores versículos de la Biblia y uno de los más importantes en su enseñanza.

Le dijo Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí«. El Padre Alberione, Fundador de los Padres Paulinos, eligió esta frase para meditarla todos los días de su vida. Porque es demasiado importante como para que se nos pueda olvidar. Esta frase nos da alegría y enseña mucho 2000 años más tarde, mucho mejor fue para los apóstoles escucharla del mismo salvador.

En esta respuesta Jesús habla de tres cosas supremamente importantes para todos los israelitas: el Camino, la Verdad y la Vida. Para ellos el encontrar el verdadero camino para llegar a la santidad, y lograr tener la verdad y conseguir la vida verdadera, eran cosas extraordinariamente importantes.

En los viajes por el desierto sabían bien que, si tomaban el camino equivocado, estarían totalmente perdidos, pero que si lograban viajar por el camino seguro, llegarían a su destino. Pero Jesús no sólo anuncia que les mostrará a sus discípulos cuál es el camino a seguir, sino que declara que Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

A pesar de la hermosa respuesta de Jesús a su Apóstol, los cristianos recuerdan a Tomás por otra situación y no es más que su duda ante la resurrección de nuestro señor Jesucristo.

La Duda de Tomás sobre la Resurrección de Jesús

Dice San Juan «En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Él les contestó: «si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su constado, no creeré«. Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presento Jesús y dijo a Tomás: «Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente«. Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío«. Jesús le dijo: «Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver«.

Aunque parezca algo negativo para Tomás, lo cierto es que demuestra la gran persona que es, ya que duda de la resurrección de Cristo, no por su poder divino, si no por la tristeza que había pasado después de su crucifixión y muerte, sentía que ver a su guía, amigo y mentor vivo después de lo que pasó sería increíble y por eso dice que quiere verlo primero y tocar sus llagas.

Tomás tenía otra virtud: que cuando se convencía de sus creencias las seguía hasta el final, con todas sus consecuencias. Por eso hizo es bellísima profesión de fe «Señor mío y Dios mío«, y por eso se fue después a propagar el evangelio, hasta morir martirizado por proclamar su fe en Jesucristo resucitado. Preciosas dudas de Tomás que obtuvieron de Jesús aquella bella noticia: «Dichosos serán los que crean sin ver«.

Se cuenta que su muerte fue el 3 de julio del año 72 en la India.

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