Biografía de Santa María Eugenia de Jesús – 10 de marzo
Santa francesa que quizo hacer crecer la iglesia durante una época oscura en Francia.
Historia de Santa María Eugenia de Jesús
Nació en el seno de una familia burguesa en Metz, Francia en el año 1817, tras la derrota definitiva de Napoleón y la Restauración de la Monarquía, Ana-Eugenia Milleret no parecía en un principio, estar destinada a trazar un camino espiritual en la Iglesia francesa.
Su padre era liberal y seguidor de las ideas de Voltaire y trabajaba como banquero y en la vida política. Ana-Eugenia, como se llamaba la santa, dotada de una gran sensibilidad, recibe de su madre una educación que le da un carácter fuerte y el sentido del deber. La vida familiar desarrolla en ella una curiosidad intelectual y el espíritu romántico, un interés por las cuestiones sociales y una amplitud de mirada.
Esta educación que estaba lejos de la Iglesia, de Cristo y de la escuela, está marcada por una gran libertad unida a un gran sentido de la responsabilidad. La bondad, la generosidad, la rectitud y la sencillez aprendidas junto a su madre, le llevará a decir más tarde que su educación era más cristiana que la de muchos católicos piadosos de aquella época. Según la costumbre, como su contemporánea George Sand, Ana-Eugenia asistía a la Misa los días de fiesta y había recibido los sacramentos de la iniciación cristiana sin comprometerse a nada. Su primera comunión fue una gran experiencia mística para la Santa en la que ya se encontraba todo el secreto del futuro. Fue tiempo después, que ella captaría el sentido profético de esta experiencia y reconocería en ella el fundamento de su camino hacia una pertenencia total a Cristo y a la Iglesia.
La División de la Familia de la Santa
Vivió una juventud feliz, aunque eso no significa que no tuvo sufrimientos. La muerte de un hermano mayor que ella, la de una hermana pequeña, una salud frágil y una caída que le dejará sus secuelas, marcaron su infancia y vida. Ana-Eugenia mostró una madurez superior a la de su edad, sabía esconder sus sentimientos y hacer frente a lo que va viniendo. Más tarde, tras un periodo de gloria, tendrá que enfrentarse al fracaso financiero de los bancos de su padre, a la incomprensión y separación de sus padres y a la pérdida de toda seguridad. Ana-Eugenia tuvo que abandonar la casa de su infancia e ir a París junto a su madre, mientras que su hermano Luis, su gran compañero de juegos, se marcharía junto con su padre.
En París, junto a su madre a la que tanto amaba, la verá afectada terriblemente por el cólera que se la llevó en tan solo unas horas, dejando a su hija de 15 años sola en el mundo, en una sociedad mundana y superficial. En esta situación y a través de una búsqueda angustiosa y casi desesperada de la verdad, Ana-Eugenia llegará a su conversión sedienta del Absoluto y abierta a lo transcendente.
Los Santos Guías de Ana-Eugenia
Cuando tenía 19 años, Ana–Eugenia asiste a las Conferencias cuaresmales en la Catedral de Nuestra Señora, en París, predicadas por el Padre Lacordaire, joven pero ya conocido por su talento como orador. Antiguo discípulo de Lamennais, Lacordaire comprende su tiempo y quiere cambiarlo. Conoce los interrogantes y las aspiraciones de los jóvenes, su idealismo y su ignorancia sobre Cristo y la Iglesia. Sus palabras y grandes oratorias llegan al corazón de Ana-Eugenia, quién responde a sus propios interrogantes y despierta en ella una gran generosidad. Ana Eugenia ve a Cristo como Liberador universal y su Reino en la tierra a través una sociedad fraterna y justa. Me sentía realmente convertida, escribe, y sentía el deseo de entregar todas mis fuerzas, o mas bien toda mi debilidad, a esta Iglesia que desde entonces me parecía que era la única que poseía aquí abajo el secreto y el poder del bien.
En esos momentos fue cuando conoció a otro predicador, también antiguo discípulo de Lammenais, el Padre Combalot, a quién la santa elige como confesor. El Padre Combalot se da cuenta que tiene ante a él a un alma privilegiada y designa a Ana-Eugenia como fundadora de la Congregación que él soñaba desde hacía tiempo. Insistiendo en que esta fundación es la voluntad de Dios y que Dios la había escogido para realizar esta obra, el Padre Combalot convence a Ana-Eugenia para que asuma este proyecto: una obra de educación. El Padre Combalot está convencido de que solamente a través de la educación, se podrá evangelizar las inteligencias, hacer que las familias sean verdaderamente cristianas y así transformar la sociedad de su tiempo. Ana-Eugenia acepta este proyecto como un deseo de Dios y se deja guiar por el Padre Combalot.
Inicio de las Religiosas de la Asunción
Cuando sólo tenía 22 años, María Eugenia se convierte en Fundadora de las Religiosas de la Asunción, entregadas a consagrar toda su vida y todas sus fuerzas para extender el Reino de Cristo en el mundo. En el año 1839, con otras dos jóvenes, Ana-Eugenia Milleret empieza una vida comunitaria de oración y de estudio en un apartamento de la calle Férou, muy cerca de la Iglesia de San Sulpicio en París. 2 años después, abren la primera escuela con el apoyo de Madre de Chateaubriand, Lacordaire, Montalembert y sus amigos.
Maria Eugenia y las primeras hermanas de la Asunción quisieron unir lo antiguo y lo nuevo: unir los antiguos tesoros de la espiritualidad y de la sabiduría de la Iglesia con una nueva forma de vida religiosa y de educación que respondieran a las necesidades de las mentalidades modernas. Se trata de asumir los valores de su tiempo, y a la vez, transmitir valores evangélicos a la cultura naciente de una nueva era industrial y científica. La Congregación fue desarrollando una espiritualidad centrada en Cristo y en el misterio de la Encarnación, a la vez profundamente contemplativa y profundamente apostólica. Será una vida vivida en la búsqueda de Dios y en un fuerte compromiso apostólico.
La vida de María Eugenia de Jesús fue bastante larga, vivió la mayor parte del siglo XIX. Amaba profundamente su tiempo y quería participar activamente en su historia. Progresivamente todas sus energías se fueron unificando, de una u otra manera, en el desarrollo y la extensión de la Congregación, la obra de su vida. Dios le iba enviando hermanas y amigos. Una de las primeras fue una irlandesa, mística y amiga íntima a la que María Eugenia, al final de su vida, la llama “la mitad de mi ser”. Kate O’Neill, en religión Madre Thérèse Emmanuel, se considera como co-fundadora. El P. Emmanuel d’Alzon, que llegó a ser el director espiritual de María Eugenia poco después de la fundación, será para ella padre, hermano, amigo según las etapas de la vida. En 1845, el P. d’Alzon fundó los Agustinos de la Asunción y los dos fundadores se ayudaron mutuamente a lo largo de 40 años. Los dos tenía un don para la amistad y trabajaron en la Iglesia con numerosos laicos. Juntos, en seguimiento de Jesús, religiosas, religiosos y laicos han trazado el camino de la Asunción y forman parte de la inmensa nube de testigos.
Fallecimiento de Santa María Eugenia de Jesús
En los últimos años de su vida, Madre María Eugenia de Jesús experimentó poco a poco el debilitamiento físico, vivido en la humildad y en el silencio, en una vida totalmente centrada en Jesucristo. El 9 de marzo del año 1898 recibe por última vez la comunión y en la noche del 10 de marzo, fallece plácidamente. Fue beatificada por Pablo VI el 9 de febrero de 1975 y canonizada por Benedicto XVI en el año 2007.
Actualmente las religiosas de la Asunción están presentes en 34 países: 8 en Europa, 5 en Asia, 10 en América y 11 en África. Las Religiosas que son unas 1250, forman 170 comunidades a través de todo el mundo.
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