Biografía de Santa María de la Rosa – 15 de diciembre
Conocida también como María Crucificada de Rosa es la santa que fundó la Congregación de las Siervas de la Caridad.
Historia de Santa María Crucificada de Rosa
María del Crucificado nació en Brescia, Italia, en el año 1813, y su vida se tejió con hebras de devoción, caridad y valentía desde temprana edad. A los once años, quedó huérfana de madre, marcando el inicio de una historia singular.
A los diecisiete años, su vida dio un giro inesperado cuando su padre, con la intención de unir su destino a un joven, le comunicó su decisión de casarla. Ante el sobresalto, María corrió hacia el párroco, un hombre piadoso, para confesar su deseo de permanecer soltera y dedicarse por completo a la caridad. El padre De la Rosa, aunque inicialmente sorprendido, aceptó la determinación de su hija y la respaldó en sus obras benevolentes, aunque a veces las considerara audaces.
La familia de María estaba involucrada en la industria textil, y ella, con espíritu organizador, formó una asociación entre las obreras de las fábricas. Juntas, llevaron a cabo acciones de caridad y piedad. Además, en la finca de sus padres, estableció una asociación religiosa entre las campesinas locales, despertando fervor espiritual en la comunidad.
Una Vida Entregada a Servir
En su parroquia, María lideró retiros y misiones especiales para mujeres. La transformación espiritual entre las participantes fue tan notable que el párroco las veía como mujeres completamente nuevas. Este compromiso con la espiritualidad y la caridad marcó los primeros capítulos de la vida de María.
En 1836, la peste del cólera azotó Brescia, y María, con la aprobación temerosa de su padre, se lanzó a los hospitales para atender a los contagiados. Su valentía y heroísmo junto a una viuda experimentada fueron tan notables que la ciudad entera quedó impresionada.
Tras la peste, María dirigió talleres artesanales para niñas huérfanas, desafiando las trabas oficiales. Posteriormente, decidió establecer su propio internado para niñas desfavorecidas y un instituto para sordomudas. Estas iniciativas altruistas destacan en una mujer aún joven, sin cumplir los 30 años y enfrentando desafíos de salud.
La admiración hacia María creció cuando, en un incidente con caballos desbocados, demostró su valentía al detenerlos y salvar a los pasajeros. Su sabiduría teológica, memoria prodigiosa y dedicación a la lectura de libros religiosos también la hicieron respetada por los sacerdotes de la región.
Fundación de las Siervas de la Caridad
En 1840, Monseñor Pinzoni comenzó una asociación piadosa de mujeres llamadas Esclavas de la Caridad, con María como superiora. Lo que comenzó con cuatro jóvenes se multiplicó a 32 en tres meses. Sin embargo, estas mujeres caritativas enfrentaron críticas y persecuciones, lo que llevó a María a expresar: «Espero que no sea esta la última contradicción. Francamente me habría dado pena que no hubiéramos sido perseguidas«.
Llamadas a servir en el hospital militar, las Esclavas de la Caridad enfrentaron resistencia de médicos y militares, pero el pueblo insistió en su permanencia debido a su caridad excepcional. En un episodio, María, sosteniendo un crucifijo, enfrentó a soldados insolentes, protegiendo la dignidad del lugar en nombre de Dios.
El cambio en la comunidad fue tan significativo que a María se le cambió el nombre a María del Crucificado. Animaba a sus religiosas a no caer en el «activismo» desmedido, recordándoles la importancia de la oración, el silencio y la meditación.
En 1850, María obtuvo la aprobación de su consagración por el Sumo Pontífice Pío Nono en Roma, sorprendiendo a muchos por lograrlo en un tiempo récord. Aunque agotada, su salud se recuperó milagrosamente en Viernes Santo de 1855, permitiéndole trabajar unos meses más.
Fallecimiento de Santa María de la Rosa
Sin embargo, al final del año, un ataque marcó el final de la vida terrenal de María del Crucificado. Falleció el 15 de diciembre de 1855, llevándose consigo el premio de sus buenas obras. La vida de esta mujer, con tan solo 42 años al momento de su partida, dejó un legado de milagros, caridad y devoción que asombraron a todos los que la conocieron. Su dedicación a los más pobres de Jesús fue una manifestación palpable de su fe y amor al prójimo, recordándonos la promesa de Cristo de recompensar incluso el más pequeño acto de bondad.
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