Biografía de Santa Juana Francisca de Chantal – 12 de agosto

Santa que junto a San Francisco de Sales hicieron mucho bien a la iglesia y fundaron una nueva orden religiosa.

Historia de Santa Juana Francisca de Chantal

Nació en Dijon, Francia, en 1572. Era hija del presidente del Parlamento de esa región, el Sr. Fremiot, hombre muy distinguido y apreciado. Su santa madre murió cuando tenía apenas 18 meses, por lo que la crianza y educación de la santa quedó a manos de su padre.

Niñez de Santa Juana

Cuando la niña tenía aproximadamente unos ocho años, llegó a su casa un protestante, el cual decía que no era posible que Dios convirtiera una hostia en el cuerpo de Cristo. La jovencita le preguntó: «¿Sabe Ud. el Credo?». – Claro que sí, respondió el otro- «¡Pués dígalo!» Y el protestante empezó a decir: Creo en Dios Padre Todopoderoso… En ese momento Juana lo interrumpió exclamando: -¡Uy, no diga Usted eso de que Dios es Todopoderoso!– ¿Por qué? – ¡Porque si Dios no puede hacer que una hostia se convierta en el cuerpo de Jesucristo, ya Dios no es Todopoderoso! Aquel hombre no fue capaz de responderle.

Vida Matrimonial de Santa Juana Francisca

En el año 1592, al cumplir Juana sus 20 años, se casó con el Barón de Chantal, un militar que poseía un castillo cerca de donde vivía la familia de Juana. Desde entonces ella era llamada como la Señora Fermiot de Chantal. Su matrimonio transcurrió felizmente por nueve años, y tuvierón un hijo y tres hijas. En el año 1601, el esposo salió de cacería y a uno de sus compañeros se le disparó el arma y lo hirió mortalmente.

Ya moribundo el Sr. Chantal hizo jurar a Juana que no tomaría ninguna venganza contra el que lo había herido, y murió santamente. Ella quedó viuda a la edad de 29 años y con cuatro hijos pequeños. Fue después madrina de los hijos del que había matado a su marido, y para demostrar que lo había perdonado, ayudó siempre a esa familia.

Encuentro entre San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca de Chantal

Por dos años le pidió a Nuestro Señor la gracia de encontrar un director espiritual que la encaminara hacia la santidad. Y una vez en sueños vio a un sacerdote alto y venerable, y oyó una voz que le decía: «Ese es». – Ella no lo había visto nunca antes. Y en el año 1604 San Francisco de Sales fue a la ciudad de Dijon a predicar la Cuaresma, y Juana asistió a sus sermones, y tan pronto lo vio la primera vez, se dio cuenta de que este era el sacerdote que le había sido indicado en el sueño.

Por su parte San Francisco fijó su atención en una señora de riguroso luto que le atendía muy esmeradamente su sermón y al terminar la predicación le preguntó al Arzobispo quién era la tal señora. «Es mi hermana y mañana se la presento» le respondió. Al día siguiente llevó a su hermana Juana a visitar a Monseñor de Sales.

Desde el primer día en que se encontraron, San Francisco de Sales y Santa Juana de Chantal, se dieron cuenta de que estaban destinados a ayudarse fuertemente en lo espiritual el uno al otro. La santa hizo con él una confesión general de toda su vida, y le pidió que fuera su director espiritual. Esta amistad santa la hará progresar mucho en la perfección. El personal de servicio que había en el Castillo de Dijon, donde Juana vivía comentaba: «Esta señora ha cambiado como la noche al día, desde que recibe consejos del santo obispo de Sales. Ahora es mucho más amable y bondadosa».

Gran bondad en el corazón de la Santa

La viuda Juana se dedicó a educar a sus hijos, y a administrar muy bien los bienes que le había dejado su marido como herencia, y a repartir grandes limosnas a los pobres. Había hambre y escasez en el país y cada día una gran fila de necesitados llegaba al castillo a recibir abundante comida y buenas atenciones médicas. Ella misma visitaba en sus ranchos a los que estaban postrados y asistía a los enfermos más olvidados y abandonados.

Todo el numeroso personal de trabajadores de sus fincas rezaba las oraciones por la mañana y por la noche, asistía a misa cada domingo y recibía instrucciones religiosas cada semana. La amaban como a madre cariñosa. El suegro de Juana no la quería y era bastante enojado y quejumbroso, a pesar de ello, la santa nunca se quejó de él.

Su inmenso deseo era el de hacerse religiosa, pero San Francisco se oponía a ello, porque primero tenía que educar bien a sus hijos. Finalmente, cuando estos ya estuvieron bien formados y preparados para triunfar en la vida, el santo aceptó que se fuera de religiosa. Pero entonces su padre y sus hijos se opusieron totalmente.

El papá se le arrodilló llorando, a suplicarle que no se alejara de los suyos, pero ella seguía inconmovible en su determinación de seguir su vocación. Su hijo se acostó en la puerta diciendo que tendría que pasar sobre él si quería irse de religiosa. La valiente mujer, pasó sobre el cuerpo de su muy hijo, y con un gran pesar se alejó llorando y partió velozmente hacia el sitio en donde iba a empezar su labor de religiosa. Todos sus parientes se alegrarán después y se felicitarán por tener de familiar a una religiosa de tanto prestigio y de tan grande santidad.

Fundación de las Hermanas de la Visitación de la Santísima Virgen

San Francisco de Sales había preparado con muchos años de oración y de meditación la fundación de una nueva comunidad de religiosas. Las llamó Hermanas de la Visitación de la Sma. Virgen. El santo obispo encontró en Juana Francisca la mujer ideal para que le dirigiera su comunidad de mujeres. Así que, en el 1610, los dos santos emprendieron la fundación de esta nueva Congregación.

Esta comunidad tenía la especialidad de que recibía personas aun con graves defectos, y muy pobres, con tal de que tuvieran un fuerte deseo de llegar a la santidad. San Francisco repetía que cada casa religiosa es un hospital de almas a donde acuden quienes tienen el alma enferma, pero desean conseguir su curación espiritual.

Pronto se hizo popular en el mundo el Reglamento bondadoso y humano que el santo de Sales redactó para sus religiosas. Se propuso que no fuera «ni demasiado duro para las débiles, ni demasiado suave para las fuertes». El santo quería que la bondad, la mansedumbre y la humildad fueran las características o distintivos de sus religiosas, santa Juana y sus compañeras se propusieron llevar a la práctica lo mejor posible estos ideales del santo fundador.

Una orden con gran santidad

Para ellas y para las demás mujeres que desearan llegar a la santidad por medios fáciles y sencillos, compuso San Francisco tres grandes libros que han hecho inmenso bien en todo el mundo que son «La Práctica del amor de Dios», «Las conversaciones Espirituales» y «La introducción a la Vida Devota». Estos libros llevaron a la Madre Chantal y a sus compañeras a un altísimo grado de espiritualidad.

Su padre, el Presidente Fremiot, había formado a Juana con una rigidez especial, como preparándola para terribilísimos problemas que se le pudieran presentar en la vida, y esta formación le llegó muy oportuna, porque los problemas le llegaban por montones y parecía que fueran interminables.

Los problemas que enfrentó Santa Juana

Primero murió su esposo en un extraño accidente y luego aguantó pacientemente por años a su suegro. Luego su hijo Celso, al cual había preparado con tanto esmero, entró de militar, y al salir a defender la patria contra los invasores extranjeros y contra los herejes hugonotes, murió batalla, dejando una viuda muy joven y una niña recién nacida la que fue formada por la Santa. Una de sus hijas se casó con un alto empleado de la corte quien murió inesperadamente en una epidemia, y la joven hija de Juana, en medio de grandes angustias, murió al dar a luz a su primer hijo.

En 1622 murió San Francisco de Sales, dejándola sola al frente de una numerosa Comunidad, recién fundada, y luego llegó la peste que acabó con gran parte de las religiosas de su comunidad. Además de todo esto, la alta sociedad no dejaba de criticarla y burlarse de ella por haber entrado de religiosa. San Francisco le dijo una vez: «Si Ud. se hubiera casado nuevamente con un señor de renombre y dinero, la gente no la criticaría, pero como se dedicó a servir al Creador del cielo y de la tierra, ahora sí que la critican sin compasión. Ánimo: trabajar y hacer el bien incansablemente, y dejar que murmuren hasta que se revienten».

Cuando San Francisco de Sales murió, se encargó de la dirección espiritual de Juana y de sus religiosas San Vicente de Paul, y este santo dejó de ella el siguiente retrato espiritual: «Era una mujer de gran fe y sin embargo tuvo tentaciones contra la fe toda su vida. Aparentemente había alcanzado la paz y la tranquilidad del espíritu, pero en su interior sufría terribles pruebas, tentaciones abominables y una sequedad espiritual que la hacía sufrir mucho. La vista de su propia alma la atormentaba. Pero en medio de tan grandes sufrimientos jamás perdió la serenidad y el buen genio, y todo lo hacía por amor a Dios y por la salvación de las almas. Por eso la considero como una de las almas más santas que haya habido sobre la tierra». Magnífico elogio hecho por un gran santo, acerca de una santa admirable.

Muerte de Santa Juana Francisca de Chantal

En 1641 con 69 años de edad, había visitado ya uno por uno los 65 conventos que su comunidad tenía en varios países. Le había dicho a Nuestro Señor: «Puedes destruir y cortar y quemar todo lo que en mí y en mi vida te parezca que es necesario sacrificar para cooperar a la extensión de tu reino». Y Dios le había aceptado su generoso ofrecimiento. Extenuada y falta de fuerzas a causa de tanto trabajar y sacrificarse por la salvación de las almas, murió santamente el 13 de diciembre de ese mismo año. Fue declarada santa en el año 1767.

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