Biografía de Santa Jacinta Mariscotti – 30 de enero

Esta santa es un claro ejemplo de como podemos llevar perdidos muchos años y si nos arrepentimos, Dios no acepta y podemos obtener la salvación.

Historia de Santa Jacinta Mariscotti

Jacinta nació en Vignanello, cerca de Viterbo, en el año 1585. Su hermana mayor era religiosa en el convento de San Bernardino, de Viterbo. Jacinta no parecía tener ninguna inclinación por la vida claustral, de hecho, era amiga de fiestas, donde pudiera lucir su gracia y elegancia.

Su padre, preocupado por su espíritu perdido en el mundo, decidió recluirla en el convento con su hermana. En el convento no cambió de vida. Cuando su padre fue a visitarla, le dijo: “Aquí me tienes de monja, como has querido, pero yo quiero vivir de acuerdo con mi condición social”.

La Conversión de Santa Jacinta

Pidió para ella una alcoba que fuera muy lujosa, comidas especiales y diversiones que no van para nada de la mano con la vida religiosa. Durante diez años vivió en el monasterio como una joven noble. Un día se enfermó. Le enviaron el confesor a la celda. El fraile, viendo tanto lujo, se negó a confesar a aquella monja mundana. Dijo: “El paraíso no se hizo para hermanas soberbias y vanidosas”. “Entonces – contestó la joven – ¿habré entrado al convento para mi condenación?” Respondió el confesor: “Debes cambiar de conducta y reparar el mal ejemplo que has dado a las demás religiosas”.

Una Religiosa sin Igual

Impresionada con estas palabras, Jacinta lloró amarga y desconsoladamente. Luego tomó a la letra las palabras del confesor. Quiso reparar el mal ejemplo, llegando a ser no sólo una religiosa perfecta, sino una franciscana santa. Cambió la soberbia en paciencia, la ambición en humildad. Su devoción adquirió impulso y fervor. Ejerció una caridad llena de una muy dulce delicadeza para con sus cohermanas y para con la población de Viterbo, a la cual Jacinta socorría en toda ocasión. Instituyó la devoción de las 40 horas durante los tres últimos días de carnaval, para atraer la gracia divina sobre las gentes distraídas por las diversiones. Alrededor de Jacinta brotaron flores de caridad, milagros y prodigios. También llegó a poseer el don de la profecía. Dejó un pequeño diario autógrafo con algunos breves pensamientos, que reflejan su espiritualidad, nutrida de piedad eucarística, de ardiente sed de mortificación, de piedad mariana, para llevar a las almas a la perfección.

Viterbo es la ciudad de Santa Rosa y de Santa Jacinta. La muerte le llegó el 30 de enero del año 1640, cuando tenía 45 años de edad, sonaron todas las campanas de la ciudad y todos los corazones se conmovieron por el nacimiento para el cielo de esta nueva flor de santidad.

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