Biografía Santa Hildegarda de Bingen – 17 de septiembre

Santa de la época medieval que fue muy conocida en tierras alemanas así como en Roma por sus visiones y conocimientos sobre ciencia y la vida religiosa.

Historia de Santa Hildegarda de Bingen

Hildegarda nació en Bermersheim, en el valle del Rin, Alemania, en el año 1098, en el seno de una familia noble alemana. Fue la menor de los diez hijos de Hildeberto de Bermersheim, caballero al servicio de Meginhard, conde de Spanheim, y de su esposa, Matilde de Merxheim-Nahet. Fue consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa. De esta manera, fue dedicada por sus padres a la vida religiosa y entregada para su educación a la condesa Judith de Spanheim, hija del conde Esteban II de Spanheim y, por tanto, noble como ella, quien la instruyó en el rezo del salterio, en la lectura del latín y de la Sagrada Escritura y en el canto gregoriano.

Comienzos en la Vida Religiosa Junto a Judith

Durante algunos años ambas vivieron en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda cumplió catorce años, las 2 se ingresaron en el monasterio de Disibodenberg. Este monasterio era exclusivo de hombres, pero comenzaron acogiendo a un pequeño grupo de damas en una celda anexa, bajo la dirección de Judith. La ceremonia de clausura solemne fue celebrada el 1 de noviembre del año 1112 y en ella participaron Hildegarda, Judith y otra religiosa más que era muy joven. En el año 1114, la celda se transformó en un pequeño monasterio, a fin de poder albergar el creciente número de vocaciones que iban llegando con el pasar del tiempo. En ese mismo año, Hildegarda emitió la profesión religiosa bajo la regla benedictina, recibiendo el velo de manos del obispo Otón de Bamberg. De esta manera continuó su educación monástica rudimentaria dirigida por Judith.

Hildegarda como Abadesa

Pero Judith murió en el año 1136 con fama de santidad tras haber llevado una vida de mucha austeridad, que incluyó largos ayunos y penitencias corporales. Hildegarda, a pesar de su juventud, fue elegida como abadesa de manera unánime por la comunidad de monjas.

Desde niña, Hildegarda tuvo una débil constitución física, sufría bastante seguido de enfermedades y tenía visiones. En una hagiografía posterior escrita por el monje Teoderico de Echternach se consignó el testimonio de la propia Hildegarda, donde dejó constancia que desde los tres años tuvo la visión de «una luz tal que mi alma tembló». Estos hechos continuaron aún durante los años en que estuvo bajo la instrucción de Judith quien, al parecer, siempre supo que sucedía esto. Las visiones le sucedían conscientemente, es decir, sin perder los sentidos ni llegar al éxtasis. Ella los describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores; además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, hasta escuchaba música.

Transcripción de las Visiones

En el año 1141, cuando tenía cuarenta y dos años de edad, comenzó a tener visiones más constantemente y en una de ellas recibió la orden sobrenatural de escribir las visiones que desde ese día tuviera. A partir de entonces, Hildegarda escribió sus experiencias, que dieron como resultado el primer libro, llamado “Scivias” que significa “Conoce los caminos”, libro que terminó hasta el año 1151. En esta ardua tarea, le ayudaron 2 personas, como secretario y amanuense fue uno de los monjes de Disibodenberg llamado Volmar y como colaboradora, una de sus monjas, llamada Ricardis de Stade.

San Bernardo de Claraval a Favor de la Santa

A pesar de esto, Hildegarda no quería hacer pública sus visiones aún y no sabía que hacer, debido a esto es que le pide ayuda a uno de los hombres más reconocidos y con una gran reputación espiritual, quien sería santo más adelante, Bernardo de Claraval. Hildegarda le envío una carta para pedirle consejo y le explicó que lo había visto en una visión visión «como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo», pero que el mismo se atribuía debilidad. La carta fue enviada en el año 1146 y decía lo siguiente.

Padre, estoy profundamente perturbada por una visión que se me ha aparecido por medio de una revelación divina y que no he visto con mis ojos carnales, sino solamente en mi espíritu. Desdichada, y aún más desdichada en mi condición mujeril, desde mi infancia he visto grandes maravillas que mi lengua no puede expresar, pero que el Espíritu de Dios me ha enseñado que debo creer. […]

Por medio de esta visión, que tocó mi corazón y mi alma como una llama quemante, me fueron mostradas cosas profundísimas. Sin embargo, no recibí estas enseñanzas en alemán, en el cual nunca he tenido instrucción. Sé leer en el nivel más elemental, pero no comprenderlo plenamente. Por favor, dame tu opinión sobre estas cosas, porque soy ignorante y sin experiencia en las cosas materiales y solamente se me ha instruido interiormente en mí espíritu. De ahí mi habla vacilante. […]

La respuesta del aquel hombre santo fue corta pero concisa, en ella decía que debía «reconocer este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y devoción […]». Bernardo más adelante habló con el Papa Eugenio III en favor de Hildegarda.

Aprobación de las Visiones por el Papa

En aquellos días, el arzobispo Enrique de Maguncia bajo cuya jurisdicción se encontraba el monasterio de Disibodenberg, y que estaba enterado de las visiones y profecías de Hildegarda, mandó una comisión al papa Eugenio para informarse de lo sucedido y lograr que se declarara sobre la naturaleza de tales dones. El papa se encontraba por aquellos días en Tréveris para presidir el sínodo que se celebró en aquella ciudad entre los años 1147 y 1148.

En el año 1148, un comité de teólogos, encabezado por Albero de Chiny-Namur, obispo de Verdún, a petición del papa, estudió y aprobó parte del Scivias. El mismo papa leyó públicamente algunos textos durante el sínodo de Tréveris y declaró que tales visiones eran fruto de la intervención del Espíritu Santo. Tras la aprobación, envió una carta a Hildegarda, pidiéndole que debía continuar escribiendo todas sus visiones. Con ello dio comienzo no solo la actividad literaria aprobada canónicamente, sino también la relación epistolar con múltiples personalidades de la época, tanto políticas como eclesiásticas, tales como el ya mencionado Bernardo de Claraval, Federico I Barbarroja, Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania, que pedían sus consejos y orientaciones. Tal fue su reconocimiento, que llegó a ser conocida como la Sibila del Rin.

Fundación del Monasterio en Rupertsberg

También ese mismo año, cuando le faltaba terminar el Scivias, una visión la hizo concebir la idea de partir de Disibodenberg y marchar a un lugar «donde no había agua y donde nada era placentero» inspirándola así para la fundación de un monasterio en la colina de san Ruperto, conocido actualmente como Rupertsberg, cerca de Bingen al oeste del río Rin en la desembocadura del Nahe, para trasladar su gran comunidad y separarla de los monjes de Disibodenberg.

Pero ocurrió un problema, Kuno quien entonces era el abad de Disibodenberg, no estaba de acuerdo con que la santa se retirara de su monasterio junto con sus religiosas, lo que contrarió a la monja en gran medida, al punto de ocasionarle trastornos físicos, que fueron atribuidos a causas divinas ya que la santa dijo lo siguiente:

Decían que había sido engañada por la vanidad. Cuando lo oí, mi corazón se afligió, mi carne y mis venas se secaron, y durante muchos días yací en cama.

Ante esta situación intervino la marquesa Ricardis de Stade, madre de la monja que servía de secretaria a Hildegarda, quien logró convencer al arzobispo de Maguncia, Enrique I, de que diera la autorización para la salida de las religiosas y la fundación del nuevo monasterio. En el año 1150, se trasladó a Rupertsberg con alrededor de 20 monjas, obtuvo el permiso del conde Bernardo de Hildesheim, propietario del terreno elegido y fundó el monasterio de Rupertsberg, del cual se convirtió en abadesa.

Culminación de Scivias

Por esa época, su asistente y secretaria Ricardis la abandonó para convertirse en abadesa del convento de Bassum en Sajonia. Ello causó la tristeza y oposición de Hildegarda, que luego reflejaría en serias cartas de protesta al arzobispo Hartwig de Bremen, hermano de Ricardis, quien había influido para que su secretaria consiguiera el cargo; llegó a apelar hasta al papa, pero no pudo hacer que su monja regresara. Ricardis murió un año después de que se fuera.

Un año después del traslado en 1151 concluyó el Scivias y de esa misma época datan sus dos libros de contenidos sobre ciencias naturales llamado “Physica” y de medicina llamado “Cause et cure”, en los cuales expuso gran cantidad de conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano, de herbología y otros tratamientos médicos de su época basados en las propiedades de piedras y animales. Asimismo, comenzó la colección de cantos que tituló “Symphonia armonie celestium revelationum”, que compuso para atender a las necesidades litúrgicas de su comunidad. Según algunas cronologías, también de 1150 dataría el inicio del libro Liber vite meritorum.

Últimas Obras de la Santa

En el año 1163, como fruto de sus constantes visiones, comenzó la escritura del Liber divinorum operum, la tercera de sus tres obras más importantes y que tardaría alrededor de diez años en terminarlo. Sin embargo, la abadesa alternó la vida contemplativa y de escritora con la de predicación y fundación, ya que en el año 1165 fundó un segundo monasterio en Eibingen, el cual visitaba dos veces a la semana.

La fama de santa y profetisa que llegó a tener la abadesa Hildegarda fue tal que, en el año 1150, el propio emperador Federico I Barbarroja la invitó a entrevistarse con él en su palacio en Ingelheim. El aprecio mutuo que generó esta entrevista manifestada en las subsecuentes cartas llegó a tal grado que, trece años más tarde, el soberano otorgó un edicto de protección imperial a perpetuidad al monasterio de Rupertsberg.

Últimos Años de Santa Hildegarda

La labor de escritora de Hildegarda se vio interrumpida muchas veces por los viajes de predicación. La santa no dejó de sorprender y admirar a sus contemporáneos que una abadesa abandonara su monasterio para predicar.

El contenido de su predicación giró en torno a la redención, la conversión y la reforma del clero, criticando duramente la corrupción eclesiástica, además de oponerse firmemente a los cátaros; al condenar las doctrinas de estos, proponiendo el combate de sus errores mediante la predicación y la edificación del clero.

En total fueron cuatro los viajes de predicación que realizó: el primero entre los años 1158 y 1159, en el que viajó a Maguncia y a Wurzburgo. En el año 1160 realizó el segundo viaje de predicación a Tréveris y a Metz. En su tercera predicación, entre los años 1161 y 1163, viajó por el Rin hasta Colonia. En el último de sus viajes, entre los años 1170 y 1171, predicó en la región de Suabia.

Además de estos viajes de predicación, Hildegarda usó las cartas para hacer sentir su opinión ante personajes notables. Con motivo del cisma provocado por la elección del antipapa Víctor IV con el total apoyo del emperador Barbarroja, frente al papa romano Alejandro III, alargado a la muerte de Víctor IV con la elección de los también antipapas Pascual III y Calixto III, Hildegarda hizo graves amonestaciones proféticas al primero de estos, así como al emperador mismo.

En el año 1173, poco antes de concluir el Liber divinorum operum, murió el monje Volmar, su más cercano colaborador y secretario, lo que la orilló a ayudarse de los monjes de la abadía de san Eucharius de Tréveris para terminar su obra. Durante un tiempo, el monje Godofredo de Disibodenberg le sirvió como amanuense, a la vez que comenzó la redacción de una biografía de la santa, pero no pudo terminar dicha obra ya que murió en el año 1176. El último de sus secretarios lo encontró en Guiberto de Gembloux, un monje flamenco, con el que había sostenido conversación epistolar iniciada por el interés de este sobre la manera en que Hildegarda tenía sus visiones.

El Último Gran Problema de Santa Hildegarda

La última situación crítica a la que tuvo que enfrentarse Hildegarda sucedió en el año 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el cementerio conventual a un noble que se cree había sido excomulgado de la iglesia. Según esta pena eclesiástica, el derecho canónico prohibía el entierro en suelo sagrado de una persona excomulgada. Se pidió a Hildegarda que exhumara el cadáver a lo que ella se negó rotundamente e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera encontrarlo. La santa decía que aquel noble había sido reconciliado con la Iglesia antes de morir. Los prelados de Maguncia, en ausencia del arzobispo Christian que se encontraba en Roma, pusieron en mal al monasterio. Por él se prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y liturgia de Rupertsberg. Hildegarda se defendió escribiendo una carta donde exponía el significado teológico de la música. Cuando regresó el arzobispo Christian en marzo del año 1179, se presentaron testigos que apoyaban la versión de Hildegarda y se aclaró todo a favor de la santa.

Muerte de Santa Hildegarda de Bingen

Pocos meses después de haber solucionado tal problema, el 17 de septiembre de 1179 con 81 años de edad murió Hildegarda. Las crónicas hagiográficas cuentan que a la hora de su muerte aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que formaban una cruz en el cielo.

Canonizacion de Santa Hildegarda

Entre 1180 y 1190 el monje Teoderico de Echternach escribió la Vida de Hildegarda, recopilando pasajes autobiográficos que la monja había dejado y contado. Gregorio IX abrió el proceso de canonización en el año 1227, aunque no se concluyó. Fue reabierto por el Papa Inocencio IV en el año 1244 sin que tampoco se concluyera en esta ocasión. Pero debido a la difusión de su culto, se la inscribió en el Martirologio romano, incluyéndose además su nombre en algunas letanías; se extrajeron reliquias de su sepulcro; se celebró su fiesta litúrgica; se le atribuyeron milagros y sus representaciones pictóricas y escultóricas comenzaron a ser objeto de veneración.

Sus reliquias fueron conservadas en el convento de Rupertsberg hasta la destrucción de éste en el año 1632 mientras sucedía la Guerra de los Treinta Años. Entonces fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen donde se depositaron en la iglesia parroquial donde se encuentran actualmente.

Santa Hildegarda, Doctora de la Iglesia Católica

Hasta el año 1940 se aprobó oficialmente su celebración para las iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, en el año 1979, Juan Pablo II se refirió a ella como profetisa y santa. De la misma manera, en el año 2006, el papa Benedicto XVI también se refirió a Hildegarda como santa y la encomió como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto con Catalina de Siena, Teresa de Ávila y la madre Teresa de Calcuta.

En diciembre de 2011, el papa Benedicto XVI anunció su decisión de otorgar a santa Hildegarda el título de «Doctora de la Iglesia». El 10 de mayo de 2012 procedió a inscribirla en el catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en una «canonización equivalente». El 27 de mayo de 2012 durante el rezo del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para la proclamación como Doctora. El 7 de octubre de 2012, durante la misa de apertura del Sínodo de los obispos en la Basílica de San Pedro en Roma, se realizó la proclamación oficial por el cual se le concedió el título de Doctora para la Iglesia Universal junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI.

¿De qué es Patrona Santa Hildegarda de Bingen?

Santa Hildegarda de Bingen es patrona de las personas que hablan el idioma Esperanto. Así que puedes pedir su intercesión si quieres aprender este lenguaje.

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