Biografía de Santa Cunegunda de Hungría – 24 de julio

Santa que nació en cuna de oro y llegó a ser la reina de Polonia y aún así, jamás dejo su santidad ni se dejó seducir por los placeres del mundo. Luego de la muerte de su esposo, se retiro para pasar el resto de su vida junto a las hermanas Clarisas.

Historia de Santa Cunegunda de Hungría

Kinga, también conocida como Cunegunda, nació en el año 1224 hija de Bela IV rey de Hungría y de Teodora Laskarysa, y fue hermana de las Beatas Yolanda y Margarita. En el año 1238 fue dada como esposa al príncipe de Cracovia, Boleslao el Púdico, a quien indujo a hacer voto de castidad junto con ella. En la corte, Cunegunda llevó una vida mortificada dedicando el tiempo libre de las oraciones y ocupaciones domésticas a la asistencia a los enfermos y a los pobres. Con su esposo promovió la canonización de San Estanislao, Obispo de Cracovia, asesinado en 1079, quien fue canonizado en el año 1253.

La Vida Religiosa de Santa Cunegunda de Hungría

La muerte del rey Boleslao en 1279 rompió el único lazo que la unía al mundo y, rechazadas todas las propuestas de dirigir los destinos del Estado, ingresó en el monasterio de las Clarisas en Stary Sacz, fundado por ella mientras era reina. Allí sus virtudes brillaron en todo su esplendor. Cediendo a los insistentes ruegos de las hermanas, asumió, aunque contra su deseo, las funciones de abadesa y, sin embargo, se comportaba como si fuera inferior a todas, dando ejemplo de profunda humildad. Dentro del monasterio se encontró una fuente de agua, este hecho se le atribuyó a sus oraciones, antes tenían que traer el agua de lugares lejanos. A ella se debe también el prodigioso descubrimiento de sal gema en Bochnia.

Su permanencia en el monasterio duró trece años. Dulce y afable con las cohermanas, obedecía como si fuera la última de ellas, escogía para sí los trabajos más humildes, como lavar los utensilios de cocina, limpieza y asistir a los enfermos. Cuando entró en el monasterio había dicho a las religiosas: “Vengo a ustedes para ser sierva suya: olviden lo que he sido en el pasado; y ténganme como una humilde religiosa más”. La oración y una rigurosa penitencia eran su continua aspiración. La meditación de la Pasión del Salvador la hacía derramar abundantes lágrimas y las llagas de Jesús eran objeto de su especial devoción.

Como abadesa, Cunegunda dirigió la comunidad con prudencia y caridad verdaderamente maternales, impulsando a las cohermanas a la perfección más con el ejemplo que con las palabras.

El Milagro de Santa Cunegunda

Cuando en 1287 Polonia fue invadida por los tártaros, Cunegunda y sus 70 cohermanas debieron abandonar el monasterio y refugiarse en el castillo de Pyiemin. Los tártaros llegaron también al nuevo refugio. Las hermanas, espantadas se arrojaron a los pies de su Madre y se repitió el milagro de Santa Clara de Asís. También aquí los agresores fueron detenidos por una fuerza invisible. Y así, un tiempo más tarde pudieron las hermanas volver a su monasterio.

Después de un año de enfermedad, confortada con una aparición de San Francisco, Cunegunda murió cuando tenía 68 años el 25 de julio de 1292.

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