Biografía de San Clemente Hofbauer – 16 de marzo
Este gran santo hizo crecer tanto la comunidad de los Padres Redentoristas que se le consideraba también como fundador.
Historia de San Clemente Hofbauer
Clemente nació en Moravia, Austria, en el año 1751. Clemente fue el noveno de los 12 hijos de un carnicero. Nació Cuando tenía siete años murió su padre. Después del funeral, la mamá le presenta un crucifijo y le dice: «Jesucristo será tu padre. Debes tener mucho cuidado para no ofenderlo con pecados«.
Camino al Sacerdocio
Clemente quería convertirse en sacerdote. Seis veces lo intentó y las seis veces tuvo que dejarlo, varias por pobreza, y otras por oposiciones de diversas clases. Cuando tenía 15 años trabajó como panadero. Un día se fue a colaborar en la panadería de un convento y el superior entusiasmado al ver su gran heroísmo por ayudar a los necesitados, lo ayuda a estudiar para el sacerdocio. Al poco tiempo murió el superior y el joven estudiante queda otra vez desamparado.
Cuando tenía 30 años, un día ve que dos señoras en plena lluvia están necesitando una carroza para dirigirse a su casa, y él se ofrece para ir a conseguirla. Y este favor muy oportuno lo llevó a realizar el deseo de su corazón, pues las dos señoras que eran muy ricas, al saber que él deseaba ser sacerdote pero que no tenía con qué pagar los estudios, se encargaron de correr ellas con los gastos de su seminario y 4 años después se ordenó sacerdote.
Ingreso a la Orden de los Padres Redentoristas
Al poco tiempo se fue hacía Roma y allá supo que había una comunidad religiosa recién fundada y sumamente fervorosa: los Padres Redentoristas. Pidió ser admitido allí, y el mismo fundador, San Alfonso de Ligorio, lo recibió con mucho gozo. Con el tiempo a San Clemente lo llamarían «El segundo Fundador de los Redentoristas«, porque será él quien extenderá esa Congregación por el norte de Europa.
El padre Clemente fue enviado por sus superiores a Varsovia, la capital de Polonia, y allí empezó a conseguir éxitos admirables. El templo que le asignaron se llenaba cinco veces por día. Las ceremonias y el culto eran tan atrayentes y solemnes, que hasta los no creyentes asistían con gusto. Cada día se predicaba allí cinco veces: tres en polaco y dos en alemán. Y diariamente se celebraban tres misas solemnes con orquesta.
Los miles de alemanes que había en Varsovia llevaban tiempo sin quién les celebrara y les predicara en alemán y hasta estaban asistiendo a centros protestantes. Ahora empezaron a llegar en grandes grupos a las celebraciones del Padre Clemente y de los otros padres redentoristas.
El santo no escatimaba en gastos, aunque fuera muy costoso, con tal de que las ceremonias religiosas resultaran lo más solemnes posibles. Y esto atraía muchos fieles y fue la causa de muchas conversiones.
Aunque eran tiempos en que los herejes jansenistas andaban diciendo a todos que nadie debía comulgar más de una vez por año o por mes, sin embargo, San Clemente logró que en su templo las comuniones llegaran a 104,000 en un solo año.
Problemas en Polonia
Durante nueve años predicó sin cansancio y fueron muchos los católicos indiferentes y los protestantes y hasta judíos que se volvieron fieles católicos. Las vocaciones llegaban en número impresionante.
En esa época sucedían muchas guerras y dejaban a los pobres en la más tremenda miseria. Entonces San Clemente fundó orfanatos para recoger y educar gratuitamente a la juventud desamparada, uno de 300 varones y otro de 200 niñas.
Un día cuando él pasaba de tienda en tienda buscando ayudas para sus niños pobres, al pedirle limosna a un jugador de cartas en una taberna, éste lo insultó y escupió en la cara. El santo sacó el pañuelo, se limpió y le dijo amablemente: «Caballero: esto fue un obsequio personal para mí. ¿Ahora me quiere obsequiara algo para los pobres del Niño Jesús?» Aquél hombre se sintió confundido y desde entonces fue amigo y ayudador del gran apóstol, a quien escogió como confesor y director espiritual.
Napoleón mandó a eliminar la Comunidad Redentorista. El padre Clemente fue llevado con sus compañeros redentoristas a la cárcel, sacándolo la policía de su propio templo, mientras estaba confesando. Pero en la cárcel era tanto el gentío que llegaba a pedir consejos y a oír hablar de Dios, que la policía tuvo que soltarlo, para que no siguiera convirtiendo a tantos pecadores y fue expulsado del país.
El Regreso del Santo a su Tierra Natal
San Clemente vuelve a su patria, Austria, y llega a la capital, en un viaje de bastantes días a pie, y después de haber sido apresado varias veces en el camino por agentes del gobierno. En Viena lo reciben encarcelándolo durante 4 días, pero luego lo dejan en libertad. En su tierra natal trabajó incansablemente los últimos 12 años de su vida.
El arzobispo lo nombró capellán de las monjas Ursulinas de Viena. El primer domingo asistieron a su predicación solamente seis personas. Pero al domingo siguiente las monjas ven con admiración que la iglesia está totalmente llena. Su predicación era algo totalmente nuevo para Viena. Clemente habla claramente de la Iglesia Católica y no tiene ningún miedo en defenderla, otros se callan cuando hay que hablar francamente en favor de la Virgen María, del Sumo Pontífice, de la frecuente confesión y de comulgar más frecuentemente. El habla de frente y sin miedos ni rodeos y esto le atrae cada domingo una mayor cantidad de oyentes.
Clemente durante toda su vida de predicador tuvo una cualidad muy especial: hablar con mucha sencillez, como para que lo entendiera el pueblo ignorante. Y esta sencillez agradaba también a los muy instruidos. Así que el grupo más numeroso, entre sus oyentes, después del pueblo humilde, era el de los universitarios, artistas y profesores.
Un Gran Redentorista en Austria
La gente exclamaba al escucharlo: «Parece al hablar, que él hubiera estado allí presente de testigo en el momento en el que sucedieron los hechos de la Biblia que nos va narrando«. Pero lo que más oyentes le atraía no era el gusto de oírle hablar tan sabrosamente, sino el hecho de que los oyentes volvían a su casa totalmente transformados. Sus sermones no los dejaban en paz con sus pecados ni les permitían quedarse paralizados en su ascenso hacia la santidad. Cada sermón que se le escuchaba a San Clemente era como una oleada de fervor que inundaba el alma.
Una señora le dijo un día escandalizada: Uf, ¿qué diría la gente si yo, la esposa de semejante señor tan conocido, me dedicara a comulgar frecuentemente? Y el santo le respondió: «Piense más bien, ¿qué diría la gente si Ud., la esposa de un señor tan conocido, se condena eternamente?» Y esa respuesta la hizo cambiar.
Acusasiones Falsas Contra San Clemente
Los enemigos y los envidiosos acusaron al Padre Clemente de ser demasiado amigo del Papa en sus sermones. A su predicación nunca faltaba un numeroso grupo de policías y detectives enviados por el gobierno. Unos se convertían, pero otros lo acusaban. Entonces realizaron un decreto que mucho lo iba a hacer sufrir. Se le prohibió predicar, querían expulsarlo del país, pero el Papa y el arzobispo intercedieron ante el emperador, y éste, en una entrevista privada, le prometió al santo que no permitiría su expulsión.
Entonces se cumplió lo que San Clemente repetía muy frecuentemente: «Lo que Dios permite que nos suceda, aunque a nosotros nos parezca que es para nuestro mal, a fin resulta ser para nuestro bien». Su expulsión de Polonia sirvió para que llegara a ser el gran apóstol de Viena y la prohibición de predicar sirvió para que se dedicara con a confesar y a atender a los enfermos ya que esto no se lo podían prohibir.
Su confesionario llegó a ser una fuente de influencia tan poderosa en muchísimos penitentes, que fue llamado «El Apóstol de Viena». Horas y horas pasaba en su confesionario absolviendo e impartiendo dirección espiritual. Personas que tenía altos e importantes puestos llegaban a ser dirigidos por él. La ciudad de Viena y su Universidad recibieron su benéfico influjo que las fue transformando.
El Santo del Pueblo
San Clemente visitó más de 2000 moribundos. Cada noche lo veían envuelto en un manto negro y con una linterna en la mano recorriendo aun los más lejanos barrios para visitar, consolar, confesar y ayudar a bien morir a cuanto enfermo lograba encontrar. Repetía frecuentemente: «Si desde mi habitación hasta la habitación del enfermo alcanzo a rezar un rosario, ya puedo estar seguro de que se confesará, comulgará y terminará santamente sus días«. Un día las monjas lo ven muy preocupado buscando algo que se le ha perdido. «Busco mi arma de combate. Busco la llave que abre todas las puertas». Al fin una monja le dice: ¡Yo me encontré este rosario! Y el santo le respondió: «Gracias, gracias: esa es el arma que me consigue victorias, ¡mi Rosario!
Un día ante un moribundo que se negaba a confesarse y a comulgar, se quedó de pie frente a él y le dijo: «Voy a mirar cómo es que se muere uno que se va a condenar«. El enfermo se impresionó al ver esto y arregló los problemas de su alma y recibió los sacramentos y murió con señales de arrepentimiento y fervor.
Una de sus mayores y más fuertes maneras de influir en Viena fue la de haber fundado un colegio católico. Ahí formó muchísimos líderes que después supieron defender nuestra religión en el parlamento, en la prensa y el gobierno.
Clemente reunía universitarios, artistas y personas influyentes y les daba instrucción religiosa. Los entusiasmaba con el rezo del rosario y los animaba a hacer apostolado, cada uno en el medio donde vivía. Esto produjo un despertar religioso en toda la ciudad. Varios de sus discípulos fundaron periódicos católicos, otros se oponían fuertemente en la universidad a los que atacaban a la religión católica y buen número de ellos fue formando un partido católico que más tarde será una fuerza poderosa que defendió la religión.
Un escritor llegó a decir: «Los tres que más han influido últimamente en nuestra patria son: El emperador Napoleón, el poeta Goethe y el padre Clemente«.
El Destierro de San Clemente
Los enemigos obtuvieron que el gobierno dictara orden de destierro. Clemente aguarda y se niega a cumplir inmediatamente la tal orden tan injusta, en ese tiempo el emperador va a visitar a Roma y el Santo Padre, el Papa, le habla de tal manera en favor del santo que de Italia llega luego una orden imperial mandando que no se cumpla el decreto de destierro.
Fallecimiento de San Clemente Hofbauer
El quince de marzo de 1820, San Clemente entregó su alma a Dios. Deja 32 novicios en su Congregación. Al día siguiente de su muerte, el 16 de marzo, el día de su entierro, llega la orden del emperador aprobando que en Austria se extienda la Comunidad de Redentoristas. Se cumple así lo que el santo había anunciado: «Tengamos paciencia y confianza en Dios, que después de mi muerte, la Congregación se extenderá por nuestra nación«.
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