Biografía de San Cipriano de Cartago – 14 de septiembre

El más grande santo del norte de África hasta que llegó San Agustín. De los primeros santos de la iglesia y de los primeros que hizo el voto de Celibato.

Historia de San Cipriano de Cartago

Aproximadamente nació en el año 200 en Cartago donde ahora es Túnez. Era educador, conferencista y orador público. Tenía una inteligencia privilegiada, una gran habilidad para hablar en público y una personalidad brillante y simpática.

Cuando ya tenía la mayoría de edad, se convirtió al cristianismo por el ejemplo y las palabras de un santo sacerdote llamado Cecilio. Una vez bautizado hizo el juramento de permanecer siempre en castidad y de no contraer matrimonio. Las personas se asombraron por tal voto, ya que en aquellos tiempos no era algo común.

Desde su conversión, descubrió Cipriano que la Santa Biblia contiene tesoros maravillosos de buenas enseñanzas y se dedicó, con toda su brillante inteligencia, a estudiar este Libro Santo y a leer los comentarios que los antiguos santos habían escrito al respecto. Hizo el sacrificio de renunciar a todo lo mundano que tanto le agradaba antes y desde entonces ya nunca citaría ni siquiera una frase de un autor que no sea cristiano católico.

San Cipriano Obispo de Cartago

Con el tiempo fue ordenado sacerdote y en el año 248 al morir el obispo de Cartago, el pueblo y los sacerdotes aclamaron a Cipriano como el más digno para que ocupara dicho puesto en la ciudad.

Él se resistía y quería huir ya que no se creía digno, pero se dio cuenta de que era inútil oponerse al querer popular y aceptó tan importante cargo, diciendo: «Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes». Y llegó a ser el más importante de todos los obispos que tuvo Cartago.

Un escritor de ese tiempo dejó retratada la bondad de Cipriano diciendo: «Era majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera que los que lo trataban no sabían qué hacer más que quererlo o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor amor».

Persecución de los Romanos a los Cristianos

En el año 251 el emperador Decio decreta y comienza una terrible persecución contra los cristianos. Se interesó principalmente, acabar con los obispos y destruir los libros sagrados. Y para dañar más a ala religión, invitaba a todos los que quieren renegar de la religión cristiana a que quemen incienso ante los dioses y ya con eso quedaran perdonados. Muchas personas por el temor de perder sus bienes y sus vidas, rechazaron a Cristo y aceptaron los dioses paganos.

Cipriano, con gran prudencia, viendo que lo que primero buscan es acabar con todos los jefes de la Iglesia, se escondió, pero desde donde se encontraba, enviaba seguido cartas a los creyentes invitándolos a no abandonar la religión por nada en la vida. Los paganos recorrían las calles de Cartago gritando: «Pedimos que Cipriano sea echado a los leones». Pero no lo lograron encontrar.

Reforma de los Cristianos

Hubo un corto período de paz y Cipriano volvió a su cargo de obispo. Pero encontró que algunos aceptaban sin más en la Iglesia a los que habían apostatado de la religión, sin exigirles hacer penitencia de ninguna clase. Se opuso a esta relajación y en adelante a todo renegado que quiso volver a la Iglesia le exigió que hiciera antes cierto tiempo de penitencia. Así preparaba a los creyentes para que en las próximas persecuciones no se dejaran dominar por el miedo y no renegaran tan fácilmente de sus creencias. Muchos se oponían a esta severidad, pero era necesaria para prevenir el peligro de apostasías en las próximas persecución que ya llegarían por otro emperadores.

Esto ayudó grandemente, ya que cuando sucedieron más persecuciones, los cristianos prefirieron morir antes que quemar incienso a los dioses de los paganos y de convirtieron en mártires.

San Cipriano, Obispo de los Necesitados

El año 252 llegó la peste de tifo negro a Cartago y comenzaron a morir cristianos por centenares y quedando miles de huérfanos. El obispo Cipriano se dedicó arduamente a repartir ayudas a los que han quedado en la absoluta miseria. Vende todo lo más valioso que hay en su casa episcopal, y pronunciaba sermones relacionados a la pobreza. Todavía hoy al leer tan emocionantes sermones, siente uno un deseo inmenso de dedicarse a ayudar a los necesitados. Sus oyentes se conmovieron al escucharle tan impresionantes enseñanzas y fueron muy generosos en ayudar a las víctimas de la epidemia.

Destierro de San Cipriano

El año 257 el emperador Valeriano decretó una violenta persecución contra los cristianos. Pena de destierro para todo creyente que asistiera a un acto de culto cristiano y pena de muerte para cualquier obispo o sacerdote que se atreviera a celebrar una ceremonia religiosa. A Cipriano le decretan en el año 257 pena de destierro, pero como donde quiera que vaya sigue celebrando ceremonias religiosas, en el año 258 le decretaron la pena de muerte. Se conservan las actas de la última audiencia que los jueces le hicieron para condenarlo al martirio. Las actas dicen lo siguiente.

El juez dijo: El emperador Valeriano ha dado órdenes de que no se permite celebrar ningún otro culto, sino el de nuestros dioses. ¿Ud. Qué responde?

Cipriano le contestó: Yo soy cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios, sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra. A El rezamos cada día los cristianos.

El 14 de septiembre una gran multitud de cristianos se reunió frente a la casa del juez. Este le preguntó al mártir: «¿Es usted el responsable de toda esta gente?

Cipriano respondió: Si, lo soy.

A lo que el juez dijo: El emperador le ordena que ofrezca sacrificios a los dioses.

Cipriano mencionó fuertemente: No lo haré nunca.

El juez le replicó: Píenselo bien.

Cipriano contesto para terminar: Lo que le han ordenado hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar.

El juez Valerio consultó a sus consejeros y luego de mala gana dictó esta sentencia: «Ya que se niega a obedecer las órdenes del emperador Valeriano y no quiere adorar a nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío siga sus creencias religiosas, Cipriano: queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada«.

Al oír la sentencia, Cipriano exclamó: ¡Gracias sean dadas a Dios!

Toda la inmensa multitud gritaba: «Que nos maten también a nosotros, junto con él«, y lo siguieron en gran tumulto hacia el sitio del martirio.

Muerte de San Cipriano

Al llegar al lugar donde lo iban a matar Cipriano mandó regalarle 25 monedas de oro al verdugo que le iba a cortar la cabeza. Los fieles colocaron sábanas blancas en el suelo para recoger su sangre y llevarla como reliquias.

El santo obispo se vendó él mismo los ojos y se arrodilló. El verdugo le cortó la cabeza con un golpe de espada. Esa noche los fieles llevaron en solemne procesión, con antorchas y cantos, el cuerpo del glorioso mártir para darle santa sepultura.

A los pocos días murió repentinamente el juez Valerio. Pocas semanas después, el emperador Valeriano fue capturado y puesto como prisionero por sus enemigos en una guerra en Persia y fue esclavo prisionero hasta el día de su muerte.

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