Biografía de San Benito de Palermo – 4 de abril
Santo franciscano que siendo solo hermano religioso, llegó a convertirse en superior y siempre mantuvo su humildad.
Historia de San Benito de Palermo
San Benito el Moro nació en el año 1526 en San Fratello, provincia de Mesina, Italia. Sus padres cristianos y se llamaban Cristóbal Manassari y Diana Larcari, eran descendientes de esclavos de color. De adolescente Benito cuidaba un rebaño de ovejas y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado el «santo moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños, fundada en la región natal por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la regla de San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito también se fue con ellos, y a la muerte de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros monjes.
Ingreso a la Orden de San Francisco
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Regresó a Palermo y allí vivió allí veinticuatro años.
Comenzó en el puesto de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros durante su estancia en Palermo.
Los demás monjes lo querían a tal punto que, en el año 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres años guío a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas manifestaciones del pueblo y de sus cohermanos franciscanos.
El Santo que Iluminaba a Todos con su Sabiduría
San Benito fue nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado e importante oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió al oficio en el que comenzó, de cocinero. Un gran número de devotos iba a él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de las almas.
Fallecimiento de San Benito de Palermo
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril del año 1598 falleció plácidamente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Su culto se difundió ampliamente y se le dio el título de protector de los pueblos de las personas de color.
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