Biografía de San Agustín de Hipona – 28 de agosto

San Agustín de Hipona, es considerado el más grande de los Padres de la Iglesia y uno de los más grandes doctores de la Iglesia católica.

Historia de San Agustín de Hipona

Su padre se llamaba Patricio, fue un pagano con una vida bastante buena, no le gustaba nada de lo espiritual e hizo sufrir mucho a su esposa por esto, pero ya a un año de su muerte, se convirtió al catolicismo. La madre de Agustín es Mónica, era una cristiana muy devota, nacida de padres cristianos. Cuando murió Patricio, Mónica se dedicó totalmente en tratar de lograr la conversión de su hijo Agustín.

Lo primero que enseñó a su hijo Agustín fue a orar, pero luego de verle gozar de esas santas lecciones sufrió al ver cómo fue apartándose de la Verdad incluso creyendo en las malas prácticas de los maniqueos. «Noche y día oraba y gemía con más lágrimas que las que otras madres derramarían junto al féretro de sus hijos«, escribió después Agustín sobre los sufrimientos de su madre. Dios no podía consentir que se perdiese para siempre un hijo de tantas lágrimas. Mónica murió en Ostia, puerto de Roma, el año de 387, estando junto a su hijo, pero pudo ver la conversión total de su hijo por lo que murió en paz.

Agustín se educó como retórico en las ciudades norteafricanas de Tagaste, Madaura y Cartago. Entre los 15 y los 30 años vivió con una mujer cartaginesa de la que no se conoce su nombre y muchos suelen confundirla con Santa Melania, pero no son la misma persona. Con esta mujer fue que Agustín tuvo un hijo en el año 372, llamado Adeodatus.

Inspirado por el tratado Hortensius de Cicerón, Agustín se convirtió en un buscador de la verdad, lo que lo llevó a estudiar varias corrientes filosóficas. Entre los años 373 y 382, se unió al maniqueísmo, filosofía dualista persa, muy extendida en aquella época por el imperio romano. Su principio fundamental es el conflicto entre el bien y el mal, y a Agustín el maniqueísmo le pareció una doctrina que parecía explicar la experiencia y daba respuestas adecuadas sobre las cuales construir un sistema filosófico y ético. Esta filosofía hereje decía que el mundo fue creado por el diablo y no por Dios, además de que su código moral no era muy estricto.

Conversión de San Agustín

Desilusionado por la imposibilidad de reconciliar ciertos principios maniqueístas contradictorios, Agustín abandonó esta filosofía y decide por ser escéptico. En el año 383se fue a escindidas de su madre a Roma y un año más tarde se va a Milán como profesor de retórica. Fu en esta ciudad donde conoció al gran santo y obispo Ambrosio, la figura eclesial de mayor renombre por santidad y conocimiento de aquel momento en Italia. Ambrosio le recibió con bondad y le mostró la verdad de las ciencias divinas. Y así, poco a poco, algo creció en Agustín, un nuevo interés por el cristianismo, ya que muchos años atrás había prometido ser católico si se curaba de una enfermedad de la cual se sanó, pero abandonó su promesa de conversión.

Su mente, tan prodigiosa y curiosa, fue descubriendo la Verdad que hasta ahora ese momento fue evadiendo, sin embargo, vacilaba en su compromiso por las debilidades de la carne, tenía miedo de comprometerse porque sabía que tendría que reformar su vida actual y dejar atrás muchos gustos y placeres que tanto le atraían.

El Estudio de la Verdad

Rezaba a menudo, «Señor, dame castidad, pero no ahora”. Pero un día, según cuenta el mismo santo, escuchó una voz, como la de un pequeño niño que le decía: toma y lee. Pero, al darse cuenta que estaba completamente solo, lo tomó como inspiración del cielo y una exhortación divina a leer las Santas Escrituras. Abrió y leyó el primer pasaje que apareció al azar: «…no deis vuestros miembros, como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos más bien a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá ya dominio sobre vosotros, pues que no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia«. Carta a os Romanos, capitulo 13, versículos 13-14). Fue allí cuando Agustín se decidió, y sin reserva, se entrega en alma y cuerpo a Dios, siguiendo su ley y explicándola a otros. A los 33 años de edad recibió su bautismo en la Pascua del año 387. Fue un día de gran felicidad para su madre, viendo cumplir el sueño por el que rezó y lloró la mayor parte de su vida.

Agustín quiso volver junto su madre a Tagaste, y juntos se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había obtenido de Dios lo que más anhelaba en esta vida y podía dejar este mundo en paz. Estando ahí en una casa junto al mar, por la noche, mientras ambos platicaban debajo de un cielo estrellado de las alegrías que esperaban en el cielo, Mónica exclamó entusiasmada: «¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios«. Pocos días después le dio una gran fiebre lo que le provoco la muerte. Murió en el año 387 con 55 años de edad y antes de partir le pidió a su hijo «que se acordara de ella en el altar del Señor».

Lucha Contra Herejías y su Tiempo como Obispo

Luego de regresar a África, Agustín fue ordenado sacerdote en el año 391, años después fue consagrado obispo de Hipona con 41 años de edad, en este cargo estuvo hasta el día de su muerte. Fue un periodo de gran agitación política y teológica; los bárbaros amenazaban el imperio romano llegando incluso a saquear a Roma en el año 410, y había un cisma mucha herejía que amenazaban desde adentro la unidad de la Iglesia Católica. Agustín emprendió con entusiasmo la batalla teológica y refutó brillantemente los argumentos paganos que culpaban al cristianismo por los males que estaban afectando a Roma.

Combatió la herejía maniqueísta a la que perteneció varios años antes y participó en dos grandes conflictos religiosos, el uno contra los donatistas, secta que sostenía que eran inválidos los sacramentos administrados por eclesiásticos en pecado. El otro, contra las creencias pelagianos, seguidores de un monje británico de la época que negaba la doctrina del pecado original.

Durante este conflicto, que duró por muchos años, Agustín desarrolla sus doctrinas sobre el pecado original y la gracia divina, soberanía divina y predestinación. Sus argumentos sobre la gracia divina, fue lo que le dio el título por el cual también se le conoce, Doctor de la Gracia. La doctrina agustiniana se situaba entre los extremos del pelagianismo y el maniqueísmo. Contra la doctrina de Pelagio mantenía que la desobediencia espiritual del hombre se había producido en un estado de pecado que la naturaleza humana era incapaz de cambiar. En su teología, los hombres y las mujeres son salvos por el Don de la Gracia Divina. Contra el maniqueísmo defendió con energía el papel del libre albedrío en unión con la gracia.

Fallecimiento y Legado de San Agustín de Hipona

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430. La importancia de San Agustín entre los Padres y Doctores de la Iglesia se puede comparar con San Pablo entre los Apóstoles. Como prolífico escritor, apologista y brillante estilista. Su obra más conocida es su autobiografía Confesiones, donde narra sus primeros años, lo que su madre pasó por él y su conversión.

En su gran obra apologética La Ciudad de Dios, formula una filosofía teológica de la historia y compara en ella la ciudad de Dios con la ciudad del hombre. De los veintidós libros de esta obra diez están dedicados a polemizar sobre el panteísmo. Los doce libros restantes se ocupan del origen, destino y progreso de la Iglesia, a la que considera como oportuna sucesora del paganismo. Sus otros escritos incluyen las Epístolas, de las que 270 se encuentran en la edición benedictina y también sus tratados De libero arbitrio, De doctrina Christiana, De Baptismo, Contra Donatistas, De Trinitate, De natura et gratia, Retracciones y homilías sobre diversos libros de la Biblia.

El Misterio de la Santísima Trinidad

La historia de San Agustín con el niño es una de las más conocidas. La misma surge del mucho tiempo que dedicó este gran santo y teólogo a reflexionar sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de cómo tres personas diferentes podían constituir un único Dios.

La historia nos cuenta que mientras Agustín paseaba un día por la playa, pensando en el misterio de la Santísima Trinidad, se encontró a un niño que había hecho un pequeño hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua de mar. El niño corría hasta la orilla, llenaba la concha con agua de mar y ponía el agua en aquel pequeño hoyo. Viendo esto, San Agustín se detuvo y preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño le dijo que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero en la arena. Al escucharlo, San Agustín le dijo al niño que eso era imposible, a lo que el niño respondió que, si aquello era imposible hacer, más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

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