Biografía de San Francisco Javier – 3 de diciembre

Uno de los santos fundadores de la Compañía de Jesús. Es uno de los más grandes evangelizadores de Asia.

Historia de San Francisco Javier

Francisco nació cerca de Pamplona, España en el castillo de Javier, en el año 1506. Su familia tenía un muy buen nivel económico, pero luego de una guerra perdieron casi todo. Desde que era joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, poseía unas excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir, pero en santidad.

Gran Amigo de San Ignacio de Loyola

Fue enviado a estudiar a la Universidad de París y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?» Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: «Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro«. La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier.

Fundación de la Compañía de Jesús

Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. En cuanto fue Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades de Europa.

El Papa pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Los elegidos fueron dos compañeros de Francisco, pero enfermaron y no pudieron partir, entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar y preparar lo más posible a los marineros y viajeros. Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas.

El Viaje de Francisco por Asia

Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando personas por centenares, aprendiendo idiomas extraños, parecía que su cuerpo nunca se cansaba. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado.

Si era vencido por el sueño, lo que hacía era acostarse un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguir con su oración. De vez en cuando exclamaba: «Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor«. Algunas veces en la noche no era capaz de levantar su mano derecha ya que había pasado todo el día bautizando a los que se habían convertido con sus predicaciones.

La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que esto se debía a otras causas y no a su santidad o a su poder de intercesión.

Establecimiento en Goa

Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo. A los portugueses no les importaba la vida cristiana y lo único que les interesaba era enriquecerse y divertirse. Así que tuvo el misionero que dedicarse con todas sus fuerzas y su gran ascendiente a volver fervorosos otra vez a aquellos comerciantes sin conciencia y sin escrúpulos.

Empezó a ganarse la buena voluntad de las personas con su gran amabilidad, a un compañero le decía en sus cartas: «hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables«. Francisco estableció clases de catecismo para niños y adultos, popularizó la costumbre de confesarse y comulgar, enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto.

Realizó 13 viajes seguidos por la nación enseñando la religión cristiana a los paganos que nunca habían oído hablar de ella. Los de las clases altas de la zona no le hicieron caso, pero los de las clases populares se convertían por montones. En cada región dejaba catequistas para que siguieran instruyendo a los nuevo y antiguos creyentes y de vez en cuando, les enviaba a algún jesuita para enfervorizarlos. Muchas de las personas jamás habían escuchado nada acerca de Jesucristo.

Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las personas que le escuchaban. Comía como ellos, simplemente arroz. En vez de bebidas finas sólo tomaba agua. Dormía en una simple choza y no tenía cama ya que dormía en el suelo. Se ganaba la simpatía de los niños y a ellos les enseñaba las bellas historias de la Santa Biblia, recomendándoles que cada uno las contara en su propia casa, y así el mensaje de nuestra religión llegaba a muchos sitios.

Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: «En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión«. Podría repetir la frase de San Pablo: «Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones».

Misión en la Isla del Sol Naciente

Luego de un tiempo al fin pudo ir a misionar a Japón, pero al contrario que en la India, lo miraban mal por vestirse pobremente, por lo que en aquellas tierras tuvo que vestirse elegantemente. Se vistió de embajador ya que el rey de Portugal le había conferido ese título antes y así con toda la pompa y elegancia, acompañado de un buen grupo de servidores muy elegantes y con hermosos regalos se presentó ante el primer mandatario. Al verlo así, lo recibieron muy bien y le dieron permiso para evangelizar. Logró convertir bastantes japoneses, y se quedó maravillado de la buena voluntad de aquellas personas.

Fallecimiento de San Francisco Javier

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de europeos. Luego de mucho insistir, logró que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong Kong, pero aquel hombre lo dejo abandonado, luego Francisco se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho muy pobre, que el viento entraba por todas partes, murió el tres de diciembre del año 1552 mientras pronunciaba el nombre de Jesús, tenía sólo 46 años. A su entierro solo asistieron un catequista que lo asistía, un portugués y dos personas más.

Luego de un tiempo, cuando fueron a traer su cuerpo para llevarlo a Goa lo encontraron incorrupto y aún sigue así. Francisco Javier fue declarado santo en el año 1622 junto a otras grandes personalidades que son Santa Teresa, San Ignacio, San Felipe y San Isidro.

¿De Qué es Patrono San Francisco Javier?

A parte de ser el patrono de lugares que llevan su nombre y de otros como el páis de China, es también el santo patrono de los deportistas, turistas y misioneros Católicos.

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Oraciones a San Francisco Javier

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