Biografía de Beata Eusebia Palomino Yenes – 10 de febrero
De la orden de San Francisco de Sales han salido grandes santos y una de ellos es Beata Eusebia Palomino Yenes, quién entregó su vida al servicio de los demás y ofreció su vida para que parara la situación de persecución de los años 30 en España.
Historia de Beata Eusebia Palomino Yenes
Eusebia Palomino Yenes nació el 15 de diciembre de 1899 en Cantalpino, un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca, España. Aunque provenía de una familia rica en fe, sus medios económicos eran limitados. Su padre, Agustín, trabajaba como bracero temporal, mientras que su madre, Juana Yenes, se ocupaba de la casa y sus cuatro hijos. A pesar de las dificultades económicas, la familia vivía con profunda fe, y esta fe se convertiría en la base de la vida de Eusebia.
Desde temprana edad, Eusebia acompañaba a su padre en su búsqueda de ayuda caritativa en los pueblos vecinos cuando escaseaba el pan. Estas experiencias no solo la acercaron a la realidad de la pobreza, sino que también la conectaron con la belleza de la creación que su padre le mostraba en cada caminata. Ignorante de las humillaciones asociadas con la situación económica de su familia, disfrutaba de sus correrías por los senderos del campo. En estos momentos, su padre le impartía catequesis, despertando en ella el amor por la fe.
A los ocho años, Eusebia tuvo su primer encuentro con Jesús Eucaristía, un momento que marcaría el comienzo de una profunda conexión con el Señor. Este encuentro le proporcionó una sorprendente percepción del significado de pertenecer y de ofrecerse totalmente al Señor como un regalo.
A pesar de sus deseos de continuar su educación, Eusebia tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia. A temprana edad, demostró una madurez inusual al cuidar niños de otras familias mientras sus padres trabajaban. A los doce años, se trasladó a Salamanca con su hermana mayor y se dedicó a trabajar como niñera.
Preparación Espiritual
A pesar de las circunstancias, los domingos por la tarde, Eusebia asistía al oratorio festivo de las Hijas de María Auxiliadora, donde conoció a las hermanas que cambiarían su vida. Su deseo de consagrarse por entero al Señor ardía en su corazón, pero la falta de recursos y su propia percepción de indignidad la hacían dudar de su capacidad para seguir este camino. La Superiora visitadora, sin embargo, la acogió con bondad materna y le aseguró que no se preocupara de nada. Con alegría y gratitud, Eusebia aceptó la oportunidad de unirse al Instituto.
El 5 de agosto comenzó su noviciado en preparación para la profesión religiosa. Este período estuvo marcado por horas dedicadas al estudio, la oración y el trabajo. Eusebia encontró una profunda felicidad en estos compromisos, y después de dos años, en 1924, se consagró totalmente al Señor a través de los votos religiosos.
Sor Eusebia fue destinada a la casa de Valverde del Camino, una pequeña ciudad en la zona minera de Andalucía, al suroeste de España. Aunque las niñas del colegio y del oratorio inicialmente se sintieron decepcionadas por su apariencia modesta, pronto descubrieron la verdadera belleza de su devoción y su dedicación. Su labor incluía tareas variadas, desde la cocina hasta el cuidado de niñas en el oratorio festivo. A pesar de su modestia, Sor Eusebia irradiaba el amor de Dios y expresaba un fuerte deseo de hacerlo amar.
Una Religiosa Entregada a su Labor
Sor Eusebia se convirtió en una apasionada predicadora de la fe. Sus días estaban llenos de trabajo, y sus temas predilectos de conversación eran el amor de Jesús por toda la humanidad, resaltando la redención a través de su Pasión. Su devoción se centraba en las llagas santas de Jesús, que consideraba un libro que leía todos los días. También promovió la devoción al Amor Misericordioso, según las revelaciones de Jesús a la religiosa Faustina Kowalska.
Además, Sor Eusebia abrazó la «verdadera devoción mariana» de San Luis María Grignion de Montfort. Este enfoque mariano se convirtió en el alma y el arma de su apostolado, dirigido a niñas, jóvenes, madres de familia, seminaristas y sacerdotes. Su labor apostólica se extendió incluso en un momento crítico para España, cuando el país se preparaba para enfrentar la persecución religiosa.
En los primeros años de la década de 1930, España se encaminaba hacia una revolución que amenazaba la práctica religiosa. Sor Eusebia, sin dudar, llevó a cabo el principio de «disponibilidad» y se ofreció como víctima al Señor para la salvación de España y la libertad religiosa. Su compromiso con esta causa fue evidente incluso cuando su salud comenzó a deteriorarse.
Sufrimientos y Visiones
En agosto de 1932, Sor Eusebia experimentó un mal repentino, seguido por ataques de asma y otros problemas de salud. Durante este tiempo, tuvo visiones de sangre relacionadas con eventos como la sublevación operaria en Asturias y Cataluña en octubre de 1934. A pesar de sus propios sufrimientos, expresó su preocupación por Cataluña y pidió oraciones. Estos eventos se consideraron «anticipos reveladores» de lo que estaba por venir.
A medida que la enfermedad de Sor Eusebia avanzaba, sus problemas de salud se volvían más graves. A pesar de sufrir dolores físicos intensos, mantuvo su lucidez mental y la luz de la santidad que irradiaba. Visitantes y hermanas que la asistían eran testigos de su fuerza moral, su pensamiento claro, la delicadeza de sus sentimientos y su amabilidad, a pesar de la debilidad de su cuerpo.
Fallecimiento de Beata Eusebia Palomino Yenes
En la noche entre el 9 y el 10 de febrero de 1935, Sor Eusebia falleció serenamente. Durante todo el día siguiente, los restos mortales adornados con numerosas flores fueron visitados por toda la población de Valverde. La expresión común entre aquellos que la conocían fue: «Ha muerto una santa».
El legado de Sor Eusebia Palomino Yenes perdura como un ejemplo de entrega total al Señor, amor hacia los demás y valentía en medio de las adversidades. Su vida, marcada por la humildad, la devoción y el servicio, sigue inspirando a aquellos que buscan una conexión más profunda con la fe y el servicio desinteresado.
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