Oraciones a San Pedro de Alcántara
San Pedro de Alcántara, nacido en Alcántara, Extremadura, España, en 1499, fue un destacado reformador de la Orden Franciscana. Después de su educación en la Universidad de Salamanca, se unió a los Hermanos Menores y desempeñó roles de liderazgo en varios conventos.
En 1544, inició su reforma al retirarse a la iglesia de Santa Cruz de Cebollas, seguida de la construcción del convento de Pedroso en 1555. Su reforma se centró en devolver a la Orden Franciscana a una observancia más estricta de la Regla, a través de la pobreza, la penitencia y la oración.
Durante su vida, alcanzó altos niveles de contemplación y atrajo a otros franciscanos hacia su camino de reforma. Fue el confesor y guía espiritual de Santa Teresa de Ávila, colaborando en la reforma de la Orden Carmelita. San Pedro de Alcántara falleció en 1562, y según Santa Teresa, después de su muerte se le apareció mostrando su dicha en el Paraíso, agradecido por la penitencia que le condujo a tanta gloria celestial. Su legado perdura como un santo y reformador destacado en la historia de la Iglesia.
Oración a San Pedro de Alcántara
Oh Dios, que en San Pedro de Alcántara nos diste un ejemplo de humildad y penitencia, concédenos, por sus méritos e intercesión, que, despreciando con valentía las cosas de la tierra, alcancemos los premios del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Oración a San Pedro de Alcántara para Pedir su Intercesión
¡Oh Santísima anima, en cuyo tránsito feliz los ciudadanos del cielo salen al encuentro! El coro de los ángeles se alegra y la Trinidad Santísima te convida, diciendo con amorosas palabras: «Permanece, Pedro, y está con nosotros para siempre»
V. Ruega por nosotros, Pedro dichoso.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
Oración. ¡Oh Dios y Señor mío! que te dignaste ilustrar al bienaventurado San Pedro de Alcántara, tu confesor, con el don de una penitencia admirable y de una contemplación altísima, concédenos piadosísimo que, ayudados de sus méritos, merezcamos, mortificados en la carne, ser participantes de los dones celestiales. Por Nuestro Señor Jesucristo, Hijo tuyo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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