Biografía de Santa Agustina Pietrantoni – 12 de noviembre
Santa de los últimos siglos que dio su vida al servicio de los más necesitados y de los enfermos.
Historia de Santa Agustina Pietrantoni
Nació el 27 de marzo de 1864 en el pequeño pueblo de Pozzaglia, Italia, allí mismo fue bautizada Livia, quien era la segunda de once hermanos. Sus padres, Francisco Pietrantoni y Catalina Costantini, eran unos agricultores que trabajaban en tierras propias y alquiladas. Su familia era muy honesta, trabajadora, religiosa y en la casa bendecida «todos estaban pendientes de hacer el bien y de rezar a menudo». Este período está marcado todo por la sabiduría de su abuelo Domingo.
Juventud de la Santa
Cuando tenía 4 años, Livia recibe el sacramento de la Confirmación y alrededor del año 1876 hace su Primera Comunión, con un conocimiento ciertamente extraordinario si la juzgamos por lo que fue su posterior vida de oración, generosidad y donación. Muy pronto, en la gran familia donde todos parecían tener derecho a su tiempo y a su ayuda, aprende de su mamá Catalina las atenciones y los gestos maternales que emplea con dulzura a la vista de sus numerosos pequeños hermanos. Trabaja en los campos y cuida los animales, no conoce ni los juegos ni el colegio, al que ella va de una forma muy irregular, pero del que consigue obtener un provecho extraordinario, hasta el punto de merecer de sus compañeras el título de «profesora».
Cuando tenía 7 años y con otros niños empieza a trabajar, transportando miles de cubetas de piedra y arena para la construcción de la ruta que va de Orvinio a Poggio Moiano. A los doce años, se va con otras jóvenes jornaleras que se dirigen a Tivoli, durante los meses del invierno para la recolección de aceitunas. Livia asume la responsabilidad moral y religiosa de sus jóvenes compañeras, las sostiene en ese rudo trabajo, lejos de la familia y se enfrenta con fuerza y coraje a los «jefes» arrogantes y sin escrúpulos que tenían en aquel cansado trabajo.
Deseo de una Vida Religiosa
Livia es una joven agradable por su sabiduría, su sentido de ayuda al prójimo, su generosidad, su belleza, por lo que era normal que varios jóvenes en el pueblo se sintieran atraídos por ella. Sus miradas de admiración no pasan desapercibidas a su mamá Catalina que sueña con un buen partido para su hija. Livia por su parte, no estaba interesada en algo así, aunque su madre insistiera que encontrara a un buen hombre, la santa quería entregar su vida a Cristo y así comenzó a buscar una congregación donde pueda realizarlo, pero que también se trabajara noche y día. Viajó a Roma junto a un tío de ella llamado Mateo, pero fue rechazada de una comunidad.
Algunos meses después, por tanto, la Superiora General de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, Madre Josefina Boquien, le hace saber que la espera en la Casa General. Con emoción la santa se despide de todos los habitantes del pueblo, de todos los rincones de su pueblo, sus lugares de oración: la Parroquia, la Virgen de la Rifolta; abraza a sus familiares, recibe de rodillas la bendición de su abuelo Domingo, «besa la puerta de su casa, hace el signo de la Cruz y se va corriendo».
Livia tenía 22 años cuando se fue a Roma. En unos pocos meses demostró ser más que apta y completo rápidamente su noviciado. Livia, en efecto, lleva al convento un potencial humano heredado de su familia particularmente sólido y que ofrece garantía. En ella la mujer y la religiosa están en perfecta armonía. Cuando tomó el hábito religioso fue que cambió su nombre al de Agustina.
Su Vida en el Hospital Espíritu Santo
La Santa fue enviada al hospital Espíritu Santo, el cual ya tenía 700 años de estar funcionando y en donde han pasado otros grandes santos como Carlos Borromeo, José de Calasanz, Juán Bosco y Camilo de Lelis. La hermana Agustina aporta su contribución personal y en este lugar de sufrimiento expresa su caridad hasta el heroísmo.
El ambiente del hospital es hostil a la religión. La cuestión romana envenena los espíritus; los Padres Capuchinos son expulsados, se prohíbe el crucifijo y cualquier otro signo religioso. Querían incluso alejar a las hermanad, pero por miedo de la reacción de la gente no lo hicieron. Primero Agustina estuvo al cuidado de los niños, y después de haberse contagiado mortalmente, de lo cual se recupera milagrosamente, en el cuidado de los tuberculosos, servicio de desesperación y de muerte, expresa siempre una devoción total y una atención extraordinaria a cada enfermo, sobre todo a los más difíciles, violentos y obscenos, como «Romanelli».
Romanelli, el Gran Deafío de la Santa
En secreto, en el pequeño rincón oculto donde ha encontrado un sitio para que la Virgen María siga en el hospital, ella les confía a sus enfermos y le promete vigilias más numerosas, sacrificios más grandes, para obtener la gracia de la conversión de los más obstinados. ¿Cuántas veces le ha presentado a José Romanelli? Es el peor de todos, el más vulgar y el más insolente sobre todo con la hermana Agustina, quien multiplica las atenciones con él y que con gran bondad, acoge a su madre ciega cuando viene a visitarlo.
Cuando después de muchas ocasiones de molestar a las mujeres en la lavandería, el director lo expulsa del hospital, su rabia busca una víctima y la pobre Agustina es la elegida. «¡Te mataré con mis propias manos!», «¡Hermana Agustina, no tienes más de un mes de vida!», son las amenazas que le hace llegar varias veces por medio de cartas a la santa.
Fallecimiento de Santa Agustina Pietrantoni
Romanelli estaba totalmente dispuesto a realizar su venganza. Cuando Romanelli la sorprende y la golpea cruelmente sin que ella pueda escapar, el 13 de noviembre de 1894, de sus labios no salen más que las invocaciones a la Virgen y las palabras de perdón, luego de eso falleció.
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