Biografía de San Pedro de Verona – 6 de abril
San Pedro es uno de los santos domínicos más grandes, su fama y santidad solo es superada por el mismo fundador de la orden, Santo Domingo.
Historia de San Pedro de Verona
San Pedro nació el 29 de junio del año 1205 en Verona, la ciudad de la Lombardía italiana presa de la herejía de los Cátaros, propagadores del maniqueísmo en el centro y norte de Italia. Desde niño, Pedro demostró ser muy inteligente, sincero, agradable y firme en sus decisiones; parece predestinado a ser un apóstol del mundo herético; su familia no tiene inconvenientes que la educación del niño esté a cargo de un maestro católico.
Ingreso a la Orden de Santo Domingo de Guzmán
Cuando Pedro tenía 16 años, quedó fascinado por la palabra ardiente de fray Domingo de Guzmán y recibe el hábito dominicano de las manos del fundador.
Con ímpetu juvenil se dedica al estudio, la oración y vive la austeridad y la penitencia con radicalidad; en todo es fiel imitador de Domingo de Guzmán. Terminada la formación eclesiástica, es ordenado sacerdote y nombrado Predicador del Evangelio de Jesús.
Pronto la Región Toscana, el Milanesado y la Romaña conocen a este gran predicador y formidable dominico; se dedicó a la predicación especialmente entre los cátaros. Una Característica importante es que siempre fue hombre de diálogo.
Gran Defensor de la Fe
Pedro era conocido por ser piadoso y austero, por lo que era obvió que se corriera la voz de su santidad por todas partes. Se preocupaba mucho por defender su fe, para ello instituyo las «Asociaciones de la fe» y la «Cofradía para la alabanza de la Virgen María». Fue solícito de bien espiritual de las hermanas a quienes brindó su consejo y ayuda espiritual. Como buen religioso es un convencido de la vida de comunidad.
La Visita de las Santas Mártires
Debido a su gran santidad, era calumniado y perseguido por los enemigos de la fe. Su presencia evangelizadora a través de la Predicación continúa con intensidad, su capacidad organizadora le lleva a coordinar y fundar muchos más pequeños grupos organizados, pero nada de esto hubiera sido posible sin la intensa oración. Se comenta que un día en su contemplación, en su celda dominicana, recibe la visita de las Santas Mártires: Inés, Cecilia y Catalina quienes dialogaron con él en su habitación. Otros frailes llevan la noticia al Padre Prior. En el Capítulo Conventual es reprendido y corregido porque ha violado la clausura y ha recibido a mujeres en su celda religiosa. Su respuesta es un prudente silencio y es enviado al Convento de la Marca Ancona donde intensifica su estudio y oración.
Un día se desahoga ante un crucifijo: «¿Qué mal he hecho, Señor, para verme como estoy?«. Cristo Crucificado le respondió: «Y, yo, Pedro, ¿qué mal hice?«. Estas atribuciones que la tradición le dan, son fiel reflejo de la intensa comunicación que con Dios tenía a través de la Oración. Algo que había trascendido a los demás. La gente de Oración profunda transpira esa experiencia y no hace falta que publique sus experiencias místicas. Por lo general, éstas se convierten en reflexiones profundas y acciones apostólicas.
El Inquisidor del Papa
En el año 1232 conoció al Papa Gregorio IX y este lo nombró Inquisidor General, de esta forma Roma, Florencia y Milán conocieron a este apóstol de Cristo. Los milagros refrendan su vida abnegada por Cristo y por los hombres.
Con el tiempo se convirtió en el superior de los Conventos de Piaccenza, Como y Génova. En 1243 Inocencio IV confirma a Pedro como Inquisidor General; pero una conjura pesa sobre él para asesinarle.
Fallecimiento de San Pedro de
SuVerona martirio es como un eco de la muerte de Cristo, pues es fruto de 40 libras, que era la moneda de Milán. Esto ocurrió el 6 de abril del año 1252. Regresaba de Milán a su Convento de Como, donde era Prior. Cerca de la aldea de Barsalina recibió dos golpes de hacha en la cabeza, pero antes de caer muerto comenzó a recitar en voz alta el credo, las fuerzas le fueron disminuyendo y mojando un dedo en su sangre escribe en el suelo «CREO».
El Credo es la síntesis de su vida, de su abnegada entrega, de una fidelidad emocionante a Cristo Crucificado a quien ama. San Pedro de Verona tenía 46 años cuando falleció. Su cuerpo fue trasladado al convento de Milán.
Fue canonizado el 25 de marzo del año siguiente por Inocencio IV. Es el protomártir de los dominicos.
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