Biografía de San Pablo Ibaraki – 25 de enero
Fueron muchos los mártires franciscanos martirizados en el país del sol naciente en la edad moderna, el 5 de febrero de 1597 fueron 170 los mártires franciscanos y uno de ellos es el nativo de Japón San Pablo Ibaraki.
Historia de San Pablo Ibaraki
En las fervientes cristiandades del Japón, los misioneros franciscanos desempeñaron un papel crucial al difundir ampliamente la Tercera Orden Franciscana con el objetivo de formar colaboradores para su apostolado. Numerosos terciarios franciscanos se unieron generosamente a esta labor, sirviendo como catequistas, enfermeros en hospitales, maestros en escuelas, y asistentes en instituciones educativas, contribuyendo así a la evangelización.
Estos valientes colaboradores fueron bendecidos por Dios con numerosas conversiones de paganos. Sin embargo, cuando se desató la persecución contra los cristianos, 170 terciarios se enfrentaron al martirio. Declararon con solemnidad: «Somos todos cristianos, discípulos de los misioneros franciscanos; con ellos hemos predicado la fe en Cristo, con ellos queremos morir». Aunque las autoridades imperiales capturaron a doce terciarios de Meaco y tres de Osaka, posteriormente se les unieron otros dos, sumando diecisiete terciarios de San Francisco que sellaron su fe en Jesucristo con su propia sangre.
Uno de estos mártires fue Pablo Ibaraki, nacido en el reino japonés de Ovari y convertido al cristianismo por San León Karasuma. Como terciario franciscano, desempeñó un papel crucial en la región de Meaco colaborando estrechamente con los franciscanos en la difusión del catolicismo y en la asistencia a los enfermos como enfermero.
Martírio de San Pablo Ibaraki
Pablo sometió su cuerpo a severas penitencias en su fervor apostólico. En diciembre de 1596, el gobernador japonés Hideyoschi, también conocido como Taicosama, ordenó la detención de los franciscanos y sus colaboradores tras un período de tolerancia religiosa. Pablo fue capturado y condenado a muerte.
Antes de ser ejecutado en Nagasaki el 5 de febrero de 1597, junto con sus hermanos de fe, sufrió cruelmente, siendo sometido a la mutilación de su oreja izquierda y al desprecio público en las calles de la ciudad. La vida y sacrificio de San Pablo Ibaraki lo convierten en patrono y protector para los enfermeros de hospitales y clínicas, inspirando una asistencia a los enfermos que abarca tanto el cuerpo como el alma de los pacientes.
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