Biografía de San Luis María Gignon de Monfort – 28 de abril
Este santo sacerdote es el fundador de los Padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría.
Historia de San Luis María Gignon de Monfort
San Luis nació en Montfort, Francia en el año 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde que era muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen María. Con tan sólo 12 años de edad la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como que estuviera en extasis. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.
Luis no se contentaba solo con rezar, su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con ropa muy pobre, realizó una colecta entre sus compañeros para poder comprarle un traje y se fue donde el sastre y le dijo: «Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?». El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje a aquel pobre joven.
Una Vida Entregada a la Madre de Dios
El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento que se enojaba con los más mínimo. Los psicólogos dicen que, si Montfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría heredado el carácter colérico, déspota y arrogante de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y esto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen, a la Madre del Señor. Esto fue algo que hizo durante toda su vida. Durante sus 43 años de vida, cuando era incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontraba siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.
Preparación del Santo
Con grandes sacrificios logró conseguir los recursos para poder ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen.
Luis Grignon de Montfort fue un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Cuando él era seminarista, estaban realizando un viaje especial a un Santuario de la Virgen y llevaría a los seminaristas que sobresalieran en piedad y estudio, y Luis se esforzó por ganarlo y obtuvo el premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse.
Su primera Misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.
El Santo Enemigo del Pecado
San Luis Grignon dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Se daba cuenta de que el canto elimina los malos humores y enciende el fervor. Decía que una misión sin canto era como un cuerpo sin alma. El mismo componía la letra de muchas canciones a Nuestro Señor y a la Virgen María y hacía cantar a las multitudes que lo seguían y acompañaban. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las personas: «¿Aman a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen Dios? ¿Y por qué ofenderlo si es tan santo?».
La Bendició de María en el Santo
Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo, pero no era él quien conseguía las conversiones era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito: «Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima».
No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo, Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores.
Con solo pedir limosna logró ir hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los pecadores de más duro corazón. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de «Misionero Apostólico», con permiso de predicar por todas partes.
Un Misionero Santo
En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos y tenían al santo como su enemigo. Mediante esta mala creencia tan dañina, enfriaban mucho la fe y la devoción. Luis Montfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús: «El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros». Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro.
Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde el pecado era lo más común, rezaba con fervor a la Santísima Virgen y adelante que «donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista». Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este gran hombre de Dios, la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones.
San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas, los Padres Montfortianos a cuya comunidad le puso por nombre «Compañía de María» y las Hermanas de la Sabiduría.
Fallecimiento de San Luis Gignon
San Luis falleció el 28 de abril del año 1716 cuando solo tenía 43 años de edad luego de varias misiones agotadoras y que le diera pulmonía.
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