Biografía de San Lázaro de Betania – 17 de diciembre
Lázaro era el jefe de un hogar donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de Lázaro llegaba el Redentor como si fuera su propia casa, y esto era muy importante para Cristo, porque él no tenía casa propia. Él no tenía ni siquiera una piedra para recostar la cabeza como cuenta el evangelio de San Lucas.
En casa de Lázaro había tres personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo y como el mejor amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos del universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y cariño, después de su trabajo arduo del día a día llevando la palabra por muchas ciudades y caminos.
Historia de San Lázaro de Betania
La resurrección de Lázaro es una de las historias más interesantes que nos presenta la Santa Biblia.
Un día se enferma Lázaro y sus dos hermanas envían con urgencia un mensajero a un sitio lejano donde se encuentra Jesús. Solamente le lleva este mensaje: «Aquél a quien Tú amas, está enfermo«.
Jesús no llegó y el enfermo seguía con su salud cada día peor que el anterior. Las dos hermanas se asomaban al camino, pero Jesús no aparece. Sigue la enfermedad más grave cada día y los médicos dicen que la muerte le llegara muy pronto. Mandan a los amigos a que se asomen a las colinas cercanas y vean a lo lejos, pero Jesús no se ve venir. Sin más que pudieran hacer los doctores, Lázaro falleció. Pasan dos y tres días y el amigo Jesús no llega. De Jerusalén vienen muchos amigos al entierro porque Lázaro y sus hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en el entierro falta el mejor de los amigos de esta familia, Jesús.
Al fin al cuarto día llega Jesús, pero ya es demasiado tarde. Las dos hermanas salen a encontrarlo llorando: -«Oh, ¡si hubieras estado aquí! ¡Si hubieras oído cómo te llamaba Lázaro! Sólo una palabra tenía en sus labios: ‘Jesús’. No tenía otra palabra en su boca. Te llamaba en su agonía. ¡Deseaba tanto verte! Oh Señor: sí hubieras estado aquí no se habría muerto nuestro hermano».
Jesús responde: – «Yo soy la resurrección y la Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre«. Y al verlas llorar se estremeció y se conmovió.
Y Jesús comenzó a llorar, porque nuestro Redentor es perfectamente humano y ante la muerte de un ser querido, hasta el más fuerte de los hombres rompe en llanto. Dichoso tú Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que con tu muerte lo hiciste llorar.
Los judíos que estaban allí en gran número, pronunciaron una exclamación que se ha divulgado por todos los países para causar admiración y emoción: «¡Miren cuánto lo amaba!«.
¡Lázaro: yo te mando: sal fuera! Es una de las más poderosas frases salidas de los labios de Jesús. Un muerto con cuatro días de enterrado, maloliente y en descomposición, que recobra la vida y sale totalmente sano del sepulcro, por una sola frase del Salvador. Los fariseos al saber esto dijeron: «Si este hombre sigue haciendo milagros como éste, todo el pueblo se irá con Él«.
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