Biografía de San Jaime de la Marca – 28 de noviembre

Jaime de la Marca, junto con Juan de Capistrano, Bernardino de Siena y Alberto de Sarteano, se erige como una de las cuatro columnas fundamentales de la Observancia Franciscana, una destacada reforma del siglo XV que abogó por el retorno a la vida simple y apostólica de los primeros tiempos del franciscanismo, contrarrestando un humanismo exagerado de la época.

Historia de San Jaime de la Marca

Nacido en 1391 en Monteprandone, Piceno, bajo el nombre de Domingo, este hijo de Antonio Gangalli y Antonia, ingresó tempranamente al eremitorio franciscano de las Cárceles, cerca de Asís.

Su profundo amor por la mortificación llamó la atención de su maestro espiritual, San Bernardino de Siena, quien le aconsejó moderación. Ordenado sacerdote en 1422, Jaime demostró grandes dotes oratorias durante sus peregrinaciones por Italia y toda Europa, predicando tanto a fieles como a herejes y logrando numerosas conversiones y reformas de costumbres. A pesar de rechazar el arzobispado de Milán, se convirtió en consejero de papas y emperadores, y la Santa Sede lo designó para diversas misiones, incluida la guía espiritual de la cruzada contra los turcos, sucediendo a San Juan de Capistrano.

Como maestro de predicación, destacó no solo en Italia sino también en Bosnia, Bohemia y Polonia. Eugenio IV, Nicolás V y Calixto III lo enviaron como misionero a Hungría, Polonia y países balcánicos. Su vida estuvo marcada por una extrema penitencia, realizando siete cuaresmas al año y alimentándose principalmente de habas cocidas. Resistió tentaciones mediante disciplinas nocturnas y recibió la unción de los enfermos en seis ocasiones.

Fallecimiento de San Jaime de la Marca

Su contribución más notable fue la lucha contra la usura. Jaime ideó los Montes de piedad como una alternativa ética, permitiendo a los pobres empeñar sus pertenencias a tasas mínimas. Falleció a los 85 años en Nápoles el 28 de noviembre de 1476, dejando un legado de devoción, disciplina y escritos que profundizan en su vida, espiritualidad y acción apostólica. Su memoria perdura como un faro de la Observancia Franciscana y un modelo de vida austera y comprometida con la causa apostólica.

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